jueves, 28 de marzo de 2013

CULTURA REGALADA: “CELEBRATION DAY” DE LED ZEPPELIN




Esta es la pinta que tiene, sin el libro y la absenta, claro.

Londres, Amsterdam, Sevilla

¿Pues sabes que la película favorita de Hitler era King kong?”. El que me hace esa pregunta es Billy Kulke, cantante de Letz Zep, una de las principales – si no la principal – bandas que recorren el mundo interpretando el repertorio de la banda que otrora conformasen Jimmy Page, Robert Plant, John Bonham y John Paul Jones. Ante su interrogativa (horas antes de su concierto sevillano) yo le contesto que probablemente Adolf se viera un poco como el simio gigante, una especie de. monstruo incomprendido, aunque la realidad fuese que era un monstruo y punto (y ni siquiera voy a sacar el racismo o El Holocausto a relucir, cualquiera que manda NIÑOS a la guerra es un monstruo). La conversación – como muchas de las mías - ha devenido en comentarios sobre films de ciencia ficción en blanco y negro, más que nada porque mi entrevista “oficial” ya había terminado (pueden verla en su totalidad, aquí y aquí), con lo que Billy ya había respondido a varias de mis dudas sobre el concierto cuya publicación oficial tratamos en este post. Concierto, que como ustedes ya saben, implicó la reunión de los tres miembros originales de Zep y el hijo de Bonham a las baquetas, ya que su padre había muerto en 1980, por las consecuencias de una masiva ingesta de alcohol.

Kulke y su banda fueron de los pocos que no tuvieron que pasar por el trauma de la “lotería de tickets” para ir a esta reunión histórica, tampoco tuvieron que pagar cifras millonarias en Ebay, no, el vocalista había sido telonero de Plant, y Letz Zep había tocado para la fundación benéfica de Page. Así que tienen una relación con aquellos a los que imitan que ya quisieran para sí la mayor parte de bandas tributo del planeta, para añadir más épica al relato, el grupo llegaba a Londres con el tiempo justo (provenientes de una gira, se bajaron del avión apenas unas horas antes del concierto), y un colega les esperaba con sus motos, a las que se subieron para conducir directamente al O2 Arena. ¿Se puede ser más cool?



Mientras Kulke y su panda veían a los originales Zeppelin, en aquel 10 de Diciembre de 2007, un servidor se encontraba en Amsterdam, para, entre otras cosas, entrevistar al día siguiente a Pete Trewavas, de Marillion, horas antes también, del show “navideño” del grupo en la Paradiso. Aunque dicho así suena como un affaire muchos más sofisticado de lo que fue en realidad, ésta es otra entrevista que pueden ver en su totalidad en Youtube. Y como habrán notado, Pete y yo también hablamos de la reunión de Page, Plant, Johnes y Bonham, si es que la sombra del zepelín es demasiado alargada, pero antes, recapitulemos...

El martillo de los dioses está roto

Algún tiempo después de mi conversación con Trewavas, yo estaba leyendo “Hammer of the gods” de Stephen Davis, la alucinante y alucinógena biografía sobre Led Zeppelin, famosa por contener buena parte del anecdotario que jalona la leyenda negra de los cuatro ingleses: que si pactos demoníacos para conseguir el éxito, penetraciones con una cría de tiburón, bajistas que se llevan travéstis a la cama pensando que son mujeres (algo por lo visto muy habitual entre los bajistas), y declaraciones de un cantante que afirma ser un “dios dorado” desde la terraza de un hotel. Leer esta obra, que contiene más elementos de fantasía que la novela típica publicada por Timun Mas, me hizo mucho bien en un momento de bajona – joder, parece que solo leo cuando estoy triste o si no me pongo a escuchar “discos de divorcio” - ya que, el fan medio del Rock no se preocupa mucho de la veracidad de según qué historias, prefiriendo creer que todo ha ocurrido de verdad, como decía Noel Gallagher sobre el incidente de Keith Moon (de los Who) metiendo un Rolls Royce en la piscina de un Holiday Inn. No obstante, la historia del tiburón y otras supuestas andanzas sexuales del grupo ya no me apasionan tanto, por no decir nada.

Aunque Davis pasó realmente un tiempo acompañado a la banda, buena parte de sus historias provienen de Richard Cole, tour manager y “conseguidor” oficial de los cuatro ingleses. Para cuando colaboró en la elaboración de “El Martillo de los Dioses”, Cole había sido una figura empujada al exilio de la órbita de los Zep, sus tejemanejes con la droga lo habían hecho recalar en prisión y su difícil situación económica le impulsó a colaborar en la escritura del opúsculo de Davis. Puede que el autor magnificase algunas de las aportaciones del antiguo colega de los músicos, pero huelga decir que ni a Plant ni a Page (los más perjudicados en el libro, además de la memoria del batería) les apasionó leer semejante colección de actividades limítrofes con la criminalidad, cuando no la abrazaban directamente.

Pero incluso sin las aportaciones de Cole, la historia de Zeppelin sin aditivos ya contenía suficientes acicates para mostrar su atractivo: dos experimentados músicos de sesión que se unen a dos catetos cuya común querencia por el blues les sirve de nexo para crear una banda que alcanza el éxito, un traumático accidente en coche que paraliza a la banda, la inesperada muerte del hijo del cantante por una infección estomacal, las prácticas casi mafiosas del manager Peter Grant, y el triste fallecimiento de John Bonham en la propia casa de Page después de demasiados vodkas...

Bonham, con su uniforme de "La Naranja Mecánica"


Por supuesto, los extraños símbolos que ilustraban el cuarto álbum de la banda, el interés del guitarrista Jimmy Page en la polémica figura de Aleister Crowley, y su colaboración en la banda sonora del film “Lucifer Rising”, de Kenneth Anger, tampoco se quedan atrás, y fueron justamente estos aspectos los que motivaron buena parte de la rumorología más esotérica alrededor de los Zeppelin.

Pero con todo, cuando el grupo se separó en 1980, dejando como único testamento una exigua nota de prensa lamentando la muerte del Bonham, las cosas para uno de los “dinosaurios del Rock” estaban en pleno declive: las ventas de los discos seguían siendo respetables, y de hecho, “In through the out door” (1979) llegó a tener efectos de revulsivo sobre la adormilada industria discográfica (tras el varapalo comercial de buena parte de las bandas punk), pero lejos quedaban los millonarios pedidos en la preventa de otras obras. Igualmente, los dos conciertos en Knebworth (mítico emplazamiento de grandes festivales durante los setenta), se saldaron con una asistencia decepcionante para lo que era Zeppelin, aunque la calidad del grupo estaba fuera de toda duda, la comparación con el fuego de sus actuaciones pasadas hacía palidecer el resultado final de aquellos bolos. Curiosamente, Kulke estuvo en uno de esos shows y aunque Plant era “una figura pequeña en la distancia”, para los asistentes, ver a los Zep en directo era como “Dioses andando sobre la tierra”.

Porque todavía (o quizás, sobre todo ahora) escuchar a Percy cantar con una especie de deje flamenco/árabe aquello the “In the eveniiiiiiiing” sobre una gruesa capa de teclados al principio de “In through...” sigue resultando escalofriante, aunque lo cierto es que lo derivativo parecía estar instalándose en el modus operandi de la banda. Cuando en los noventa se lanzó el disco tributo “Incommunion”, la mayor parte de las bandas coincidían en que el peor tema de la discografía de los ingleses era “All my love”, el largo tema dedicado al fallecido Karac Plant, hijo de Robert. Lástima, porque el vocalista había puesto en él mucho de sus heridos sentimientos.

Quizás como una extraña profecía, cuando Bonham se bajó de su asiento durante las pruebas de sonido para los shows en Knebworth, su hijo adolescente tomó las baquetas – con las que llevaba practicando casi desde la cuna – y se enzarzó en una jam con los amigos de su padre. Éste declaró: “por primera vez pude ver tocar a Led Zeppelin”.

Por supuesto, a estas alturas, los LZ ya habían grabado sus mejores temas, no solo ese himno casi indescifrable que es “Stairway to Heaven” (¿Será la cocaína? ¿Será un “dulce Satán”? ¿Será tu guaraná?) sino “Black Dog”, “Kashmir”, “Nobody's fault but mine”, “Thank you”, “The rain song”... y así podía seguir hasta el fin del articulo. Pero...¿Qué pasó durante los casi treinta años entre la disolución oficial de la banda y el directo que tenemos aquí?

Page, Plant y.... ¿Jones?

Como se suele apuntar, el traumático fin del grupo tuvo efectos muy diferentes sobre los restantes miembros del grupo: Plant y Page en particular se sentían bastante culpables, el primero había animado el fichaje de su viejo amigo en la nueva banda de Jimmy y éste había sido el arquitecto de buena parte de su éxito, permitiéndole los excesos que acabaron por minar su salud.

Robert no tardó en acompañar a la familia de Bonham para intentar pasar con ellos el trago de su muerte, mientras que el guitarrista, aparentemente, se hundió en su particular burbuja depresiva, acuciado según dicen, por sus particulares demonios: la conciencia y la heroína. Aún así, siguió trabajando, grabó la banda sonora para uno de los films de Charles Bronson en los que repartía justicia callejera, pero no se animaba a montar otro grupo. Ni siquiera una colaboración con lo que quedaba en ese momento de Yes (su sección rítmica: Chris Squire y Alan White), conseguiría agitarlo lo suficiente.

Últimos coletazos del dinosaurio

¿Y Jones? Pues como también se suele decir, no tuvo muchos reparos en volver a ser John Baldwin, discreto músico de acompañamiento que vive con su familia en una tranquila mansión en la campiña inglesa. A pesar de las resonancias históricas de su nombre (al menos para los ciudadanos angloparlantes), Jonsey, siempre fue el más razonable - “incidente travelo” aparte - de los Zeppelin. Su sardónico sentido del humor y su actitud de “todo este rollo de la fama me importa un carajo” también lo hizo el mas inmanejable para Page. Para el bajista, el éxito significaba que nunca más tendría que estar a las diez de la mañana en un estudio, supervisando los arreglos de cuerda para algún asqueroso jingle. Eso y poder tener un órgano – musical, se entiende - en el jet privado del grupo.

Plant, por su parte, no había dejado de cantar con su grupo de amigos – The honeydrippers-, los temas rockabilly y R'n'B que habían marcado su juventud, pero eligió a un grupo mas profesional para su primer lanzamiento en vinílo: “Pictures at eleven”. Con el enlistamiento de Phil Collins (¿Cómo? ¿Tito Phil en este blog? ¿Es eso posible?) y Cozy Powell tras los timbales, Robert abrió una década cuyos lanzamientos variaban en intenciones, y probablemente calidad. Al no ser un músico tan versado y consistente como Page o Jones, Plant dependía muchas veces de la elección de sus colaboradores para grabar sus obras, en ocasiones intentando acercarse a la experimentación de Peter Gabriel – referente para Percy en más de un aspecto -, y a principios de los 90 gravitando peligrosamente (sobre todo en “Manic Nirvana”) , hacia la postura de Cock Rocker. Lo cual sería un poco como si John Lennon (en el caso de seguir vivo) se pusiera las manos detrás de la espalda y se pusiera a cantar a lo Liam Gallagher. Por qué Plant pretendía imitar a sus imitadores es un misterio, explicable quizás porque después de los ochenta (que además habían visto dos fallidas reuniones de Zeppelin sobre las que hablaremos más adelante), el cantante vislumbraba un importante declive comercial y artístico cernirse sobre él. Hacer de telonero para Lenny Kravitz tampoco pudo ser bueno para su orgullo.


Todo el mundo coincide en que Page fue el que (después de Bonham, lógicamente) salió peor parado de la separación. A fin de cuentas, la banda había sido su concepto, su criatura, aunque las aportaciones de los otros músicos conformaban lo que había sido grupo, sin la guía de Page y Grant, esta particular unión de talentos nunca se hubiera producido. Con su amigo y manager también sumido en su particular estado catatónico (aunque la droga elegida por el orondo representante fue la cocaína), el guitarra pasó de un proyecto a otro con dispar suerte, formó The Firm con Paul Rodgers (Swam Song, el sello creado por lo propios Zep había editado los álbumes de Bad Company, donde militó Rodgers tras disolverse Free), se fue de gira con otras dos leyendas de la guitarra - Clapton y Beck – con el objetivo de recaudar dinero para el tratamiento de su viejo colega de los Small Faces, Ronnie Lane, quien sufría esclerosis múltiple. Gira en la que el público le recordó lo grande que había sido y era, cantando cada noche “Stairway to heaven” sobre la base instrumental del propio Jimmy. Incluso tocó en los bises durante uno de los conciertos, dentro de la gira “90125”, de Yes y se permitió algunas apariciones shows y álbumes de muchos de sus colegas. Grabó el obligatorio disco de guitarrista con insignes invitados y, finalmente, hizo un disco con un notable y auténtico cock rocker, David Coverdale (Deep Purple, Whitesnake). Se dice que al escuchar esta colaboración, Percy decidió alargarle una llamada a su viejo amigo y proponerle algo un poco más sustancial. (El disco está bastante bien, todo sea dicho).


La relación entre Robert y Jimmy es la típica historia de acercamientos y tensiones varias entre cantantes y guitarristas: como Mick Jagger con Keith Richards, Steven Tyler con Joe Perry, Jon Bon Jovi con Richie Sambora, Roger Daltrey con Pete Townshend... Aunque nunca han llegado a los niveles de odio en público de algunos de los ejemplos anteriores, lo cierto es que su relación ha sufrido severos altibajos. Si hay una anécdota de “Hammer of the Gods” que me creo a pies juntíllas, más allá de los excesos narcosexuales, es una ocasión en la que Page y Cole (durante una de sus primeras giras americanas) mandaron al joven cantante a comprarles lo que sería hoy en día “el lote para la botellona”, en otras palabras, que lo tenían de chico de los recados mientras se tumbaban a la bartola. Y yo me creo que eso es algo que Plant nunca olvidaría. Igualmente, Grant, una vez recuperado de sus adicciones, declaró en una entrevista que Robert siempre había aspirado a ser “el jefe” del grupo. Eso no fue óbice para algunas apariciones conjuntas, no solo bajo el nombre de Zeppelin, sino para, por ejemplo, un festival benéfico en Knebworth (dónde si no), en el que Page acompañó a la guitarra durante un par de canciones a la banda de Percy.



El hecho de ser el cantante y, casi por pura inercia, ser el que tenía el mayor éxito individual de los Zeppelin, le permitió coger el toro por los cuernos (o mas bien por las pelotas) en este sentido, y en 1994, en lugar de grabar el típico unplugged que tanto se estilaban en aquello época, y sin usar el sagrado nombre de Led Zeppelin, Page & Plant sacaron “No quarter. Unledded” (juego de palabras con el nombre de la banda y la serie de álbumes grabados sin electrónica de por medio). El álbum, grabado en parte en estudio y parte en directo, demostraba la admiración e interés por parte de los dos músicos hacia la música árabe, aplicando esa “deconstrucción acústica” que a veces a los artistas les gustaba aplicar sobre sus antiguos temas, a ver si conseguían un hit como el “Layla” de Eric Clapton. De cualquier forma, las nuevas piezas que se incluyeron sufrían bastante en comparación con los clásicos del viejo grupo – aunque yo creo que “Wonderful one” es magnifica - , y en el siguiente lanzamiento del dúo “Walking into Clarksdale”, el público y la crítica decidieron darle la espalda a sus nuevas composiciones, lo cual no deja de ser un poco lamentable porque había algunos grandes temas como “When the world was young”.


¿Y Jones? Pues para entonces seguía haciendo colaboraciones estelares como en el “Everybody hurts” de los REM, o con la frenopática diva Diamanda Galás (esta tronca da más miedo que la mayor parte de los supuestos “grupos satánicos”), aunque los periodistas congregados en la rueda de prensa para promocionar el lanzamiento de “No Quarter”, también se preguntaron por qué el bajo / teclísta no había sido invitado. Plant respondió con una broma innecesariamente cruel sobre “id a ver si está trabajando como aparcacoches”, y aunque Jonsey mantuvo un perfil bajo sobre el tema, lo poco que ha dejado caer al respecto no revela que le hiciera especial gracia. Sobre todo teniendo en cuenta que la propia canción que daba nombre al proyecto era de sus composiciones. La inclusión de Led Zeppelin en el Rock and Roll Hall of Fame, sirvió para reunir a los tres supervivientes de la banda, ocasión aprovechada por el bajista para agradecer a sus compañeros “el haber recordado su número de teléfono”.

Si leemos algunas de las entrevistas que Plant concedió para promocionar su primer disco por su cuenta, vemos cómo el cantante dejaba bastante claro que cada vez se la había hecho más y más difícil colaborar con JPJ en la recta final del grupo. El bajista parecía usar todavía el acercamiento de un músico analítico, desconocedor de las canciones por su título, mientras que Robert era el cantante emocional, el que no sabía en qué clave estaba cada tema. Puede que Page echara de menos precisamente ese análisis meditado sobre los arreglos, pero lo cierto es que parecía estar disfrutando de la reunión con su viejo cantante, aunque los rumores indican que las antiguas tensiones no tardaron en reaparecer.


Tras la decepción del segundo disco, y a pesar de la buena acogida de su directo (que permitieron la visita de lo más cerca que ha estado suelo español de ver a Led Zeppelin en vivo), tras enfilar los últimos shows, el cantante tenía claro que iba a abandonar a su compañero bajo la excusa de “no saber cuantos inviernos (¿o serían otoños? ¿o primaveras? Porque lo que son “veranos”...) ingleses le quedaban por ver”. Compuesto y sin novio, a Jimmy no se le ocurrió otra cosa que aceptar la invitación de tocar con los Black Crowes – grupo cuyos vídeos en directo podrían pasar perfectamente por antiguas filmaciones de Zeppelin -, con los que tocó buena parte del repertorio de su antigua banda. El doble CD pirata extraído de la actuación en el Greek Theater de Los Angeles tuvo tanto éxito que para no perder la oportunidad de ganar algunos dolares, la discográfica decidió lanzarlo de forma oficial.

Para entonces, Jones había iniciado una corta carrera en solitario en la que exploraba más su capacidad como instrumentista que como creador de canciones – aunque alguna caería, y hasta se atrevió a cantar -, que tuvieron una recibimiento aceptable. En cualquier caso, la especulación sobre una gira que contase con los tres miembros de Zeppelin aparecía cada vez que se lanzaba algún material de archivo, ya fuera “Live at the BBC”, “How the west was won” o su DVD recopilando las filmaciones del grupo a lo largo de su historia. Para evitar molestias, cuando se lanzó “Nine Lives”, la caja que resumía la trayectoria en solitario de RP, los representantes de Percy pedían “encarecidamente” que no se hicieran preguntas sobre su viejo grupo.

A la tercera va a la vencida, o no

Como ya hemos indicado anteriormente, lo cierto es que por muchas tensiones y asuntos sin solucionar que hubiera entre los supervivientes de Zeppelin, en al menos dos ocasiones habían aceptado tocar bajo el nombre sagrado de la banda. A cual peor.

La primera fue bajo el manto del megafestivalbeneficoquetecagasenlabragas “Live Aid” (Junio de 1985), organizado por el pragmático cantante Bob Geldof, con dos conciertos en sendas partes del globo, uno en el estadio Wembley londinense y otro en el JKF de Philadelphia. Fue en este último en el que Page, Plant y Jones decidieron juntarse, con la ayuda del bajista de la banda de Percy y el añadido de Collins y el batería Tony Thopmson, de Power Station a las baquetas (Phil también se ocupó de presentar el grupo al respetable), eso sí, sin apenas ensayar. Desde el arranque con “Rock `n roll”, se veía que el grupo las estaba pasando tan canutas como muchos de los otros artistas durante aquella jornada: a Simon Le Bon (de Duran Duran) le había salido un gallo horrible mientras cantaba “A view to a kill”, Eric Clapton sufrió un calambre en la boca cuando intentó acercarse a su micrófono, la retrasmisión televisiva se cortó durante el segmento de los Who y por Paul McCartney las pasaría canutas mientras cantaba en la oscuridad (con el micro no funcionado del todo) durante “Let it be ”. En el caso de los LZ, los monitores no estaban muy afinados, Plant se desgallitaba para hacerse oír al mismo tiempo que intentaba evitar acoples. Pero lo que se quedó en la retina (o mas bien en los tímpanos) de muchos fue la interpretación de “Stairway to heaven


En realidad, si uno analiza la ejecución del tema, no es que sea especialmente desastrosa, simplemente carece de gracia, Plant intenta revivir su frase “Does anybody remember laughter?” (¿Alguien se acuerda de la risa?), antes de que el supuesto desastre durante la “parte rápida” haga aparición. Lo cierto es que el grupo encara la canción como si estuviera cumpliendo el expediente, lo cual no fue óbice para que el público se emocionara y empezase el circo de especulaciones sobre una próxima reunión. Como si estuviera intentando auto afirmarse, Plant declaró en su entrevista para la MTV que era “una persona de los 80”. La prensa no fue tan permisiva, y tildaron la actuación de Zeppelin de decepcionante, Page, en una de sus habituales jugadas de escurrir el bulto le echó la culpa a Phil Collins, quién, según el guitarrista, no se había tomado la molestia de aprenderse el tema como Dios manda. Probablemente, tito Phil estaba ya bastante reventado después de actuar por su cuenta y con Sting en Londres, para a renglón seguido atravesar el Atlántico en Concorde, hacer otro bolo en solitario y tocar con ellos y, posteriormente, con Clapton. Con todo, se lo tomó con su habitual sorna, puede que fuera capaz de leer en los comentarios de Page un mensaje de disculpas por una versión de Zeppelin muy por debajo de los viejos estándares. Tanto es así, que cuando muchos años después Live Aid se editó en DVD, los Zep (así como el “View to a kill” de Duran Duran) pidieron que no se incluyera su actuación, prefiriendo ceder algunos de los royalties del remasterizado Disco Versatil Digital “Unledded”, a la organización de Live Aid que seguía luchando por acabar con el hambre en África. Probablemente no fuera una buena maniobra de Relaciones Públicas el privar de uno de sus mayores atractivos a la colección de actuaciones (aunque fuera para ver el desastre en toda su magnitud), así que, como se suele decir, los Zeppelin optaron por un “lo comido por lo servido”

Fuera como fuese, los supervivientes de LZ llegaron a tomarse la idea de reunirse tan en serio como para proponer fechas de ensayos y todo, pero el habitual desánimo de Plant por revivir al dinosaurio frenó el proyecto. La segunda intentona llegaría en 1989, durante el concierto para celebrar el 40 aniversario de su discográfica Atlantic, y ésta sí que es de traca. Para empezar, buena parte de las intervenciones fueron un poco erráticas – aunque Genesis ofreció un curioso popurrí con temas de la banda y otros de algunos de sus proyectos en solitario -, ni Cream ni los Rolling Stones (que para entonces ya estaban en Virgin) ni Emerson, Lake and Palmer se pusieron de acuerdo para reunirse – Palmer y Emerson aparecieron acompañados por Robert Berry, su compañero en “3”, pero fue obviado de la presentación – y la actuación de los Zep se retrasó por la logística lo bastante como para que Page, según sus palabras “lo perdiera”. Una forma menos críptica de leer ese comentario es que el viejo guitarrista estaba “preparándose” químicamente para la actuación y que para cuando le tocó subir al escenario, estaba ya en la pendiente hacía abajo en lugar de en la cima.


Contando por primera vez con Jason Bonham tras la batería, el grupo parece perdido, en un sentido musical y estético (uff, esa difícil transición entre los 80 y 90 con un ancho estilismo complicado, hasta en el caso de Jones), no solo Plant parece no recordar la letra de “Stairway to heaven”, sino que suda la gota gorda para cantar la parte de “And as we go walking down the road...”, así que tira por la calle de en medio y baja el tono, cuando termina la canción, una especie de alivio forzado parece recorrer el rostro del vocalista. Page tampoco se queda atrás, y su solo tiene un sonido seco y desangelado, quizás fuera la falta de efectos (¿fallo en la pedalera?) pero el propio guitarrista admite que aquella no era su noche.

Cualquier esperanza de que esta unión de músicos volviera a probar suerte de forma conjunta parecía disolverse en el aire, como mucho, tocarían desenfadadamente en la boda de Jason (aunque éste se encontrara durmiendo la mona durante la ocurrencia) y después, por supuesto, se creó el dúo del cantante y el guitarrista, pero muchos esperaban una reunión de la banda madre al completo, mas allá de recopilatorios, remasterizaciones y discos en directo. Entre esos fans estaba Jon Bon Jovi, que en un intento de presionar medio en broma, medio en serio a Plant le espetó que solo necesitaba un par de sillas en el desierto de Mojave, y aún así, Led Zeppelin lo llenaría. (Una de las confesadas ambiciones del cantante de New Jersey es vender todas las entradas para DOS conciertos en una zona desértica... ¿broma?)

La primera década del siglo XXI había sido testigo de un curioso renacimiento para el viejo cantante, después de una sequía creativa paliada por el disco de versiones “Dreamland”, y el recopilatorio de rarezas, con algunos hits, “Sixty Six to Timbuktu”, Plant atacó con “Mighty ReArranger” (que le valió un par de nominaciones a los Grammy), y, sobre todo con esa joya que es “Raising Sand”. Firmado a medias con la estrella del country Alison Krauss y con el apadranimiento de T-Bone Burnett, el álbum permite al vocalista inglés sumergirse en la música americana de raíces, mas allá del Rock'n'roll. Aunque es la clase de disco que puede provocarle rechazo o alergia a algunos por su pátina de “proyecto musical”, lo cierto es que los involucrados consiguen firmar un disco que consigue aunar lo viejo y lo nuevo con una elegancia aplastante. Y esta vez sí acabarían ganando un Grammy. En 2009.


Pero antes de ese momento tan dulce para el vocalista, a finales del 2006, sucedió una tragedia que le unió a sus antiguos compañeros. Durante uno de los shows de los Rolling Stones en Nueva York (los usados, de hecho, para el film “Shine a light”), el antiguo presidente de Atlantic, Ahmet Ertegun sufre una aparatosa caída, la cual termina en un coma y su muerte días después. Los viejos espadas de Atlantic rindieron tributo al maestro y mentor. Quizás porque incluso en el documental de “Nine Lives”, Ertegun, insistía que el grupo podría haber continuado hasta sin Bonham, los Zeppelin decidieron hacer lo que nadie se esperaba ya, reunirse para dar un concierto en el 02 londinense cuyos beneficios irían a parar a la fundación del mítico presidente de su discográfica.

El grupo actuó con su habitual secretismo, reuniéndose en Junio para discutir la logística del show/homenaje a su viejo amigo, pero sin anunciarla formalmente hasta Septiembre, un par de meses antes de la propuesta fecha del bolo. Por supuesto, no iban a ser los propios LZ los que se fueran a someter al escrutinio de la prensa para el anuncio, el veterano promotor Harvey Goldsmith fue al que le tocó la patata caliente de explicar el sistema de sorteo para vender los algo más de 18.000 tickets de aforo, con un precio de 250 dolares (!!!). Como era de esperar, las entradas se agotaron en un parpadeo y la limitación de ser residente del Reino Unido para poder optar a alguna de ellas se rompió más o menos en ese mismo tiempo gracias a Ebay (por mucho sistema basado en el número de carnet, que se implantara). Fans de todos los rincones del mundo volarían para ver al Martillo de los Dioses, a veces pagando más por la entrada que por el billete de avión.

Conviene aclarar que Zeppelin no serían los únicos en actuar esa propuesta noche de Noviembre, apareciendo también los Rythmn Kings de Bill Wyman (ex-Rolling Stone), una orquesta sinfónica a la que se sumaría Chris Squire, Keith Emerson y Rick Wakeman (teclísta de Yes unos cuantos millones de veces) interpretando la “Fanfare for the Common Man”, que había sido un single inesperado para ELP en 1977, una versión mínima de Foreigner completarían el elenco. Si el cartel del homenaje era un poco... esquizofrénico, las cosas tomarían un cariz dramático unas semanas antes de la fecha propuesta, Page sufría un desafortunado accidente en casa, doblándose un dedo, con lo que anunciaba que tenía que retrasar la fecha del show. Por lo visto el problema fue que andando por su jardín en la oscuridad (por qué un rico sexagenario andaría por su mansión con la luces apagadas es todo un misterio), Jimmy agarró un objeto decorativo que resultó ser mucho mas pesado de lo que esperaba, provocando que al parar la caída se fracturara el meñique. Los que se habían comprado un billete en una aerolínea sin seguro de reembolso en caso de cancelación debían estar quemando sus vinilos de Zeppelin en aquel momento o tirando dardos a sus fotos de Page.

Ahmet Ertegun, el hombre que construyó una casa atlántica
Por supuesto, buena parte de los que leyeron semejante noticia, empezaron a arquear la ceja. Aunque el guitarrista comentaba que el hecho de retrasar la cita con sus fans se debía al deseo de la banda de ofrecer un concierto con los mas altos niveles de calidad (léase “no queremos repetir un Live Aid y similares”), lo cierto es que durante las pocas entrevistas que el músico concedió en esos días previos a la actuación, no hubo plano de dedo vendado ni nada por el estilo. Chris Squire, durante la promoción de su navideño “Swiss Choir” en el programa de radio de Rick Wakeman señalaba ese hecho con una broma que bien podía apuntar un poco más de verdad ya que el cambio de día imposibilitó la asistencia del mítico teclísta de Yes, el bajista comentó: “Tuvimos que cambiarte por una sección de vientos porque el médico le recomendó a Jimmy un par de semanas más de ensayos, ¡ejem! (risas) perdón, quería decir un par de semanas de descanso, por supuesto...”

Decir que las apuestas estaban altas para esta enésima resurrección de Zeppelin es quedarse corto, todo el mundo era consciente de las preguntas que rodeaban la idea: sobre Jones apenas había dudas, siempre había sido un discreto y eficiente acompañante a los teclados y al bajo, además, sus últimos años en la carretera tocando música del alto virtuosismo garantizaba que sus músculos y tendones estaban más que preparados. A pesar de ser un guitar hero, buena parte del público admitiría que las pequeñas imperfecciones a la hora de ejecutar su música en directo era parte de la gracia de oír a Page, un poco como le pasa a Brian May, esa cuerda que cercea un poco, esa nota que no se sostiene tanto como debería... Por supuesto, ya le gustaría tener al guitarrista de dormitorio medio, las capacidades de Jimmy, aún así, llevaba bastante tiempo sin tocar con tanta presión encima, ¿Podría soportarlo? Por su parte, Jason Bonham, al igual que Zak Starkey (hijo de Ringo Starr), era como cualquier batería curtido en cien mil bolos, con la salvedad de que ambos habían tenido unos mentores de lujo, por lo tanto, sus capacidades estaban, hasta cierto punto, fuera de todo duda. Pero... ¿era el mejor batería para tocar la música de Led Zeppelin? La lógica y la genética dictaminan que sí, pero seguramente Dave Grohl o Mike Portnoy hubieran deseado que el retoño de Bonzo hubiese sido (en lugar de Page) la víctima de un desgraciado accidente doméstico que le imposibilitara acudir a la cita. Finalmente, ¿y Plant? Como muchos cantantes que al principio de su carrera cantan en los registros mas altos que pueden, había cambiado su estilo vocal a algo un poco mas relajado. ¿Podría atacar de forma convincente sus viejos aullidos?

Por si fuera poco, con los años, sus reservas sobre el repertorio de su vieja banda se habían acrecentado, no solo le había costado incluir algunas de aquellas canciones en sus giras en solitario, sino que se mostraba abiertamente crítico con “la mejor canción de todos los tiempos” (Stairway to heaven), de cuyas letras afirmaba sentirse muy alejado. Las interpretaciones en directo de su obra más popular se habían reducido a las desastrosas reuniones y a una corta rendición acústica con Page durante una entrevista promocional de su “Unledded” en Japón (quizás pensando que nunca la verían en occidente, como los anuncios de Woody Allen). Como mucho, durante la segunda gira del dúo, el guitarrista se permitió el “lujo” de tocar la introducción al final de “Baby, I'm gonna leave you”. Por supuesto, esa era la duda final ¿Qué tocarían?

El 02 arena es un recinto con una historia un poco disparatada. Creado como parte de los fastos por el fin del milenio, el “London Dome” (la estructura es un domo con vistosas columnas alrededor de su circunferencia ovalada), albergó durante un año el espectáculo “Ovo/Millenium Show" de Peter Gabriel. Si bien tuvo una acogida cálida por parte de la prensa musical (la banda sonora sería el primer lanzamiento de Gabriel después de un largo silencio), el público no acudió en masa y algunos vieron un despilfarro de dinero público. Tras el habitual baile de compradores por el que suelen pasar las estructuras que salen a subasta pública, 02 (lo que viene siendo Telefónica/Movistar en el Reino Unido) decidieron adoptar el edificio como arena multifuncional,

Situado en la zona de las Docklands (los muelles) de la ciudad de Londres, este domo sería elegido por los promotores del espectáculo “This is it” para que Michael Jackson diera sus 50 espectáculos de despedida, que, debido a su muerte, no pudo cumplir. Así que un muy poco tiempo, este recinto ya ha acumulado bastante historia, después de haber visto desfilar por su interior a Bruce Springsteen, Keane, Paul McCartney... ¿Cómo le iría a Led Zeppelin?

El O2 Arena

No recuerdo si iba a ducharme o a lavarme los dientes, desde luego estaba a punto de entrar en el habitáculo de la higiene cuando, al día siguiente del concierto en Londres, una voz en mi televisor holandés dijo “Led Zeppelin” (tampoco recuerdo si era un canal autóctono o la BBC), me giré con el instinto natural de un fanático y durante unos segundos, lo que parecía una realización profesional multi cámara y con sonido de mesa de mezclas, me ofreció “Black Dog”.

Mmm, así que nada de cámaras de cadenas de TV...” recuerdo haber pensando. Y el hecho de que existiera una edición profesional abría la puerta a un futuro DVD, pero mientras esas deducciones pasaban por mi cabeza a la velocidad de la luz y comprobaba lo bien que estaba sonando el grupo, se coló el sonido mas horripilante para un ex-pipa: un acople. “¡Dios! ¡Un acople! ¡Ahora tardarán siglos en sacarlo!” Eso es lo que pensé, conociendo el perfeccionismo absurdo de Page (que más de una vez ha jugado en su contra), eliminar cualquier resto de mácula sonora iba a ser tomado muy en serio por el veterano guitarrista y productor de la banda.

Pero esa era una conjetura a la que había llegado después de una corta pieza televisiva. ¿Cual era la opinión de los asistentes? ¿Habían reventado los mentideros de Internet? ¿Se habrían cebado los críticos mas escépticos? Ni mucho menos, el consenso general es que Led Zeppelin habían vuelto por la puerta grande, que habían dejado claro por qué eran un leyenda y que el público se fue a casa más que contento. Resultado: al igual que la reunión de Pink Floyd un par de años antes, todo fan, periodista y promotor se hicieron la misma pregunta ¿Se sentirían tan bien con ellos mismos como para realizar una última gira mundial? Cualquiera aparato que se hubiera usado durante aquellas navidades para medir los rumores habría sufrido una espectacular explosión por sobrecarga.



Probablemente, el artículo que mejor narró los acontecimientos y sensaciones del concierto de LZ fue el escrito para The New Yorker, y no es que esté suscrito ni ninguna pedantería que se le parezca, es que por casualidad estaba en la estantería de publicaciones gratuitas del Instituto de Idiomas. En apenas dos páginas (y otra dedicada a tamaño completo a una fotografía), el cronista consiguió resumir todo lo que se podía sobre las rendiciones del grupo, además de su historia y pareceres. Ya sé lo que están pensado, que dos páginas son la antítesis de este blog, aún así, me niego a aceptar que nunca podré escribir para TNY... Un aspecto importante que señaló este artículo es que a pesar de usar el sagrado nombre, aquello no era Led Zeppelin, pero era lo mas parecido a lo que el público podía aspirar.

Desde luego, era mejor que una banda tributo, pero al igual que lo que queda ahora de Pink Floyd (y sobre todo después de la muerte de Rick Wright), nunca podrá ser lo mismo que la banda de hace equis años, como tampoco Daltrey y Townshend pueden ser estrictamente los Who, aunque usen el nombre. Con todo, un vistazo a los montajes realizados por fans a través de sus cámaras domésticas demuestran que el Zeppelin voló alto y orgulloso aquella noche. La típica moral alcoyana de los aficionados a la hora de hacer los DVDs del evento es especialmente admirable, no solo sincronizaron múltiples tiros desde diversas fuentes (miniDV, móviles...) sino que además consiguieron sumar los apenas treinta segundos de realización profesional “Black Dog” aparecidos en TV.


En parte, semejante locura acelerada por tener de alguna forma el concierto del año (Page afirma que un fan japones no tardó ni un día en colgar en Internet el show completo) fue uno de las factores que frenó al grupo para empezar la laboriosa preparación del lanzamiento, sobre todo teniendo en cuenta que la nueva edición en HD de su famosa (pero hasta cierto punto malograda) película / conciertoThe song remains the same” estaba en ciernes. Pero... ¿Qué pasaba de mientras por las cabezas de los músicos? Por lo visto, el ambiente en el 02 había sido tan amigable y optimista que hasta Richard Cole fue visto entre bambalinas, saludando a sus viejos colegas, los cuatro miembros de este nuevo Led Zeppelin habían quedado muy contentos con su actuación. ¿Ergo? Con energías renovadas, Jones y Page empezaron a componer nuevo material, con un Bonham probablemente ilusionado y con Plant... con un Plant tan dubitativo como siempre.

Las cosas no tardaron en salirse de madre, en un programa promocionando “Raising Sand”, Percy intentó echar balones fuera con una de las declaraciones mas abstractas y graciosas de toda su carrera: “Sí, fue magnifico, pero para mi la cuestión es cómo conseguir que eso sea increíble y creible noche tras noche, además, recordad que tengo una chica al otro lado del Atlántico, pinchándome con una arco de violín (referencia a Krauss), que me grita ¡Venga! ¡Venga! ¡Diles lo que vas a hacer!”. Al poco se disparan las historias de que Steve Tyler (de Aerosmith) ha sido llamado para ser el nuevo vocalista de Zeppelin ante la negativa de Robert de volver a ensayar con sus colegas, en realidad el cantante de Alter Bridge, Myles Kennedy es quién había estado mas cerca de conseguir la plaza. Aunque el escaso material grabado por Jones y Page, en palabras del bajista, “nunca será oído”... añadan ruido de truenos de fondo.

Resultado final: Jones y Bonham deciden integrarse en sendos supergrupos, el primero en “Them crooked vultures” (con Dave Grohl y Josh Homme) y el segundo en “Black country communion” (con Joe Bonamassa, Glenn Hughes y Derek Sherinian ), aunque el pequeño Bonham también se decidiría a montar su particular tributo a Zeppelin, aunque casi nadie entendiera el por qué. Plant decide revivir el nombre de la “Band of Joy” (el primer grupo en el que coincidió con John Bonham) y lanza otro disco en el que se sumerge aún más en la música americana... ¿y Page? Pues al pobre lo vuelven a retratar como el genio en la sombra, el arquitecto del sonido Led Zep que vuelve a quedarse más solo que la una tras la indecisión y negativa de su cantante. Resulta especialmente raro verle en la rueda de prensa del Festival de Cine de Toronto, para presentar el documental “It might get loud” - en el que desgrana historias de guitarristas con The Edge y Jack White – en la que al menos tres veces los periodistas congregados le preguntan sobre el futuro de Zeppelin. Page parece un hombre que va perdiendo poco a poco la paciencia para esquivar una respuesta clara sin perder las formas, mientras que una creciente incomodidad se cierne sobre sus compañeros de reparto.

Aclarado que la mítica banda no se iba a reunir, la siguiente pregunta lógica era... ¿Saldrá, y si es así, cuándo, el DVD del concierto en el 02?

Se acerca el día de la celebración...

En diversas declaraciones tras el evento, Page había afirmado que sí, que probablemente habría un DVD o incluso un Blu-Ray del evento, pero que no lo iban a sacar “de cara a las navidades ni nada por el estilo”. Teniendo en cuenta que al final se lanzó en Noviembre del 2012, suponemos que el guitarrista quería decir que no se iba a poner a la venta para ESAS navidades (las del 2007, quiero decir) en concreto. En cualquier caso, tras leer en algunas revistas dedicadas al sonido e iluminación profesional lo gigantesco del despliegue (no solo cámaras de Alta Definición, sino también una de cine, una impresionante pantalla LED, los cuidados efectos de vídeo en ésta, el despliegue de luces...) y tras ver algunos de los montajes realizados por fans – ahh , esas producciones de “Third Eye” que nos alegran la vida, incluso con sus DVDs de Page/Plant – se hacía muy raro el mutismo sobre el tema.



En este tiempo, el hecho de que el guitarrista estrenara su propio dominio web – otro proyecto que se ha llevado años en poner en pie – tampoco presagiaba ninguna novedad sobre el lanzamiento del dichoso DVD. Pero en Noviembre, una emisora de radio noruega soltó la liebre anunciando que para las navidades del 2012 íbamos a tener el lanzamiento oficial en nuestras manos. El hecho de que fuera precisamente una radio noruega a la que se le “escapara” la noticia tiene unas resonancias curiosas: los primeros conciertos de Led Zeppelin – sustituyendo al defenestrado ex-grupo de Page, The Yardbirds – fueron precisamente una pequeña gira en los países del Norte de Europa. Con todo, los aficionados acogieron la noticia con cierta incredulidad, cada año desde el concierto y sobre las mismas fechas, circulaban rumores parecidos, “ya va a salir, ya va a salir...” pensábamos.

En el inimitable estilo Zeppelin, una cuenta atrás en el perfil de Facebook de la banda sirvió para poner a hervir las cabezas (las dos) de los fans medios del grupo. Terminada la cuenta atrás, se reveló el diseño de la portada, muy vintage, usando una paleta de colores y estilo que parece inspirada en la cartelería de los años veinte, ¿es Led Zeppelin o Franz Ferdinand? Sí, “Celebration Day” iba a ser su nombre, y sí, nos lo sacarían en una miríada de formatos.

Esta vez, Page, Plant y Jones no tuvieron problemas en conceder ruedas de prensa en Londres y Nueva York (en ésta última también estuvo presente Bonham), en las que, tengo que decir, estuvieron bastante inmensos, a pesar de que más de uno quiso ver algún más mal rollo del palpable (que tampoco era del todo escaso), lo cierto es que la banda consiguió esquivar con algo de elegancia las típicas preguntas sobre posibles giras y reuniones adicionales. Si bien, uno no podía evitar imaginarse a Page perdiendo los papeles, agarrando a Plant de la coleta mientras se dirigía a los medios, echando espuma por la boca y gritando “¡Si queréis saber por qué no hubo mas conciertos, preguntadle a este cabrón que tiene toda la culpa!!!” Lo que sí es raro es que, con los tiempos que corren, algún salidorro no haya hecho un grupo de fans en Facebook de la azafata que se encargó de llevar el micrófono a los periodistas en Londres.

Aunque casi mejor que esas intervenciones fue la entrevista que le hizo la Popular 1 a Jones, en la cual el periodista tuvo los santos cojones de preguntar por el incidente del travesti, con el bajista lógicamente incómodo intentando explicar que Cole había fusionado historias de varias personas y negando la mayor. Quedémonos entonces, como titular, con que la primera gira de Zeppelin sobre suelo americano fue en un destartalado turismo, que para algo esto es un blog “sobre coches”.

Finalmente, a los cinco años -“cinco minutos para Led Zeppelin” como convino en apostillar Jones- ya podíamos tener en nuestras manos “Celebration Day”, ¿qué incluye? ¿En qué formatos se puede adquirir? ¿Está bien?

In the days of my youth.... (la crítica)

Bien, sobre el tema de los formatos, los hay de todos los gustos y colores, desde el muy básico doble CD, hasta la edición “de lujo” que me regalaron mis padres, (a su manera, o sea, me dieron el dinero para comprarmela cual quinceañero), la cual incluye un Blu-Ray, un DVD y los dos discos compactos. Como no se trata de un lanzamiento precisamente barato (casi ninguno de Zep lo es), no tengo la moral de incluirlo dentro de esos lanzamientos que se suelen reseñar bajo el epígrafe de “Cultura Barata”. Pero eso no me a frenar para escribir un post sobre los Zep...


Las otras formas de conseguir este “Celebration Day” son como triple vinilo (ya son ganas), como doble CD y doble DVD, la lógica descarga digital y, finalmente, como un Blu-Ray de solo audio, formato al que le auguro la misma carrera que al Laserdisc o el DCC. Este último, no obstante, aunque probablemente sea el que provea de la mejor calidad de sonido, algo que me dice que, no solo carezco del equipo necesario para sacarle el mejor partido posible, sino que aunque lo tuviera, al ponerlo al volumen que se merece, probablemente echara abajo algún tabique.

A mi parecer, la edición que yo he escogido es la más completa, los Cds acabarán en el coche (y los mp3s ripeados en el móvil o en el notebook en el que estoy escribiendo esta entrada), el Blu-Ray en la PS3 y el DVD...¿Qué hay en el DVD? Con la habitual habilidad de Page para soltar puyas, éste había declarado que tenía la sensación de que algunos de los ensayos habían salido hasta mejor que el concierto en sí, (incluso hasta un par de años de sacar este “Celebration Day”), así que, eso es lo que tenemos, un ensayo del show en su totalidad con “todos sus avíos” de luces y pantalla.

Todos los formatos, tanto los Cds, como el BR como el DVD comparten el mismo repertorio, en los compactos se eliminan algunos segmentos de presentación, y, lógicamente, solo disponemos del sonido en estéreo. Aunque me voy a centrar en el Blu-Ray, no me gustaría pasar por alto el buen sonido del audio de los Cds, ni un rastro de excesiva “normalización” ni otros procesos a la hora de masterizar que endurecen el sonido.

En lo que se refiere a “la película” (como la llaman los miembros de Zeppelin, a fin de cuentas es una producción de “las tres Pes”=¿Page Paul Plant?), el inicio es muy sugerente, los créditos sobre negro dan paso a planos del O2, para después fijarse en la pantalla que va a servir como fondo de todo el concierto. En la misma, los asistentes pueden ver una pieza de noticiario de 1973, cuando el grupo batió el record de asistencia a un concierto de Rock (o a cualquier otro evento, como aseguran los locutores) durante uno de sus shows en Tampa. En cuanto el presentador dice “Led Zeppelin” un rumor se torna rugido entre los asistentes, igual que cuando va desgranando los nombres de los miembros de la banda. A uno le cuesta aguantarse la risa cuando el hombre sentencia “Robert, John y Jimmy, no engancha tanto como John, Paul, George y Ringo ¿verdad?”



Entonces, un plano no demasiado estable tomado desde el fondo del pabellón, recoge cómo las luces responden a los golpes de batería que abren el concierto: y entramos con “Good times bad times”, primer tema de la cara A del debut de Zeppelin, tal y como declararía Page, era su forma de decir “aquí estamos, y no vamos a hacer el tonto”. Aunque es respetuosa con la original, la energía con la que el grupo ataca esta canción deja claro que la máquina ha sido engrasada, además no es una elección precisamente fácil de tocar. Compenetrados, la voz de Plant y los coros de Jason suenan convincentes, el bajo de Jones tan efectivo como se podría esperar y cualquier duda sobre Page se disipa en cuanto se oye su primer solo.

También somos testigos de las curiosas elecciones estéticas de cada miembro, ¿de verdad, Robert, llevas cremalleras en las aberturas de los bolsillos, y de verdad era necesario combinar negro y azul oscuro? ¿Por qué las camisas del batería y de Jones tienen brillantitos, tan fuertes son las luces que Page tiene que llevar gafas de sol con su largo abrigo negro, su chalequíllo y su camisa blanca?

En fin, lo importante es que suenan genial, sin fisuras, las líneas “En los días de mi juventud, intentaba averiguar con todas mis fuerzas qué hacia falta para ser un hombre” contienen una cierta ironía que probablemente no se pierde entre el público. Atacan después con otra rareza como es “Ramble' on”, que conjunta momentos lentos y relajados, con, se supone, algunas referencias a “What it is and what should never be”, contrastando con la energía del estribillo. Aquí es donde se nota el estilo que va a adoptar el director Dick Carruthers con la realización, alternando los planos más estáticos y lentos cuando la música lo exige, usando los zooms y tomas más cortas para los momentos más activos, me recuerda un poco al “Haarp” de Muse. También vemos cómo el despliegue de la gran pantalla LED se va a hacer poco a poco, primero sin usarla al completo y con la imagen en monocromo. Para “Ramble' on” aparecen las primeras texturas (mejores que un “visualizador” de cualquier multimedia player), con las luces también desplegándose con mas espectacularidad según pasan los temas. El ultimo acorde de la canción proveniente del segundo álbum de Zep deja el tono para el primer tema de “IV”, nada menos que “Black Dog”, eso sí, el acople no asoma la cabeza, cinco años dan para mucho, supongo. No obstante, hay otros momentos del disco en los que sí hay algunas deficiencias en el sonido de Robert, lo cual significa que no ha habido tanto retoque en el estudio como uno podría suponer... o que hay cosas muy difíciles de borrar, en algunas entrevistas el grupo ha expresado sus quejas de unos monitores no demasiado eficientes durante el concierto. Plant no llega a todas las excentricidades vocales de sus años mozos, ni falta que hace, ya que el público (especialmente el masculino, en contraste con otros directos) las suple con ganas. Soy consciente de que hay muchas personas a las que le molestan que el público esté especialmente presente en un disco en directo, “porque yo me lo compro para oír al artista”, como se suele decir. Pero, cojones, no todos los días se ve a Zeppelin en directo, y creo que estos detalles aumentan la emotividad de la grabación.

A estas alturas ya percibimos los roles que adopta cada miembro de la banda a la hora de enfilar el concierto: Jones atento y efectivo, sin perder apenas de vista los pies de Bonham en el pedal del bombo, pero aún así disfrutando de lo que hace. Jason parece que se ha subido a su atracción favorita y cual niño aporrea los timbales como si no hubiera un mañana. Page parece un viejo profesor que acaba de retomar su plaza, toda su flema británica desaparece en cuanto enfila sus solos, apareciendo sus famosas muecas y gestos de hechicero del Rock. Plant, por su parte, parece disfrutar de las evoluciones de sus compañeros y de estar en medio del asalto sonoro, pero es obvio que se encuentra en una posición comprometida, con muchos momentos en los que resulta muy complicado meter siquiera algún “yeah!!!”, o un “Ouhhh!”. Acostumbrado a cantar canciones arregladas para su voz y ceder brevemente la batuta de sus shows a algún compañero, no parece que las tenga todas consigo en los largos interludios instrumentales.


Page toma el slide para tocar su semiacústica para arrancar la larga y llena de cambios “In my time of dying”, Jones agarra el bajo sin trastes y los once minutos dejan al oyente extasiado, rara vez el vocabulario del blues se ha llevado a tantos extremos. Los desarrollos y las cadencias de la canción suenan con una sorprendente naturalidad, con la energía de un grupo joven, o como dice John Paul Jones en el libreto, “sonaba como la primera noche de una gira”. Si alguien dudaba de si Jason era el batería indicado para este bolo, ya puede dejarse de tonterías.

Tal y como nos avisa Plant, “esta es la primera vez que esta canción es tocada en público”: y el grupo deja caer el recio riff de “For your life” de aquel álbum con un obelisco en la portada, “Presence”, - en realidad, era un hueco recortado con esa forma, sugiriendo una “ausencia” en lugar de la “presencia” del título -, la pantalla se llena de un blanco cuyo resplandor exageran los probablemente más que abiertos diafragmas de las lentes. Por cierto, los planos que supuestamente vienen de la “cámara de cine” están exageradamente granulados, como si estuvieran extraídos de una filmación de 16 o incluso 8 mm. Hay quien ha sugerido que en realidad son tomas de vídeo en HD envejecidas digitalmente, en cualquier caso, son un buen contraste con respecto a las nítidas y resplandecientes imágenes que jalonan casi todo el metraje. Casi parecen una referencia a las grabaciones piratas que se tuvieron que usar en el DVD de grandes conciertos del grupo, para suplir la falta de imágenes tomadas profesionalmente. Con todo, mis planos favoritos tienen que ser, por un lado, los que vienen de la mini cámara que, juzgando por el tiro, parece instalada en la delantera de la batería, a pesar de su inferior calidad, tiene su encanto ver “el punto de vista del artista” . Y por otro, aquellos que toma la steadycam desde el lado derecho (visto desde el público) desde el escenario, añadiendo mucho dinamismo y elegancia al montaje.

Page le saca todo el partido que puede a su Gibson negra y Plant canta con una convicción inusitada esta rareza (parezco G. Sanz), cuya inclusión en el repertorio, según el propio vocalista, “era importante para mi”. En la genial entrevista para la británica Mojo afirma que si bien estaba en un momento de baja forma cuando se grabó – aún recuperándose de su accidente de coche – estaba “mejor que el resto del grupo”. El solo de Page suena tan fresco como...bueno, como si no lo hubiera tocado nunca. El repertorio va tomando una extraña forma de narrativa: tres rarezas y un tema insignia, y no llevamos más de un cuarto del concierto, vamos bien... Otro recurso que se nota en esta canción es cómo, acompañando los breaks de la música, los planos se congelan o se ralentizan, la clase de cosa que probablemente volverá locos a los que preferían tomas más “limpias” y libres de efectismos, pero la verdad es que funciona muy bien.

Plant aprovecha para aleccionar un poco al público sobre Robert Johnson, y su “Terraplane Blues”, aclarando que ahora van a atacar con su propia versión del clásico del blues. La pantalla se divide en pequeñas secciones, se llena de formas y texturas que parecen una versión premeditadamente exagerada de un programa de variedades televisivo de los 70 y lo que en realidad llega, es “Trampled under foot”, con Jones sentándose por primera vez a los teclados sobre su enorme banqueta, llevando ese ritmo funky con el sonido del clave. Percy mete sus “uuuuuuuuh” después de que Page haya estado un buen rato maltratando su wah-wah. Aunque la presencia del cantante se aleja mucho de aquel muchacho de camisas abiertas y pantalones ajustados que dejaban muy poco a la imaginación, la música sigue siendo sexy, y cuando el vocalista canta “Love!”, es difícil pensar que, más que un venerable abuelo, lo que tenemos en pantalla es un viejo granuja intentando colarnósla una vez más.

En el Blu-Ray, Robert sigue referenciando a maestros del blues, dejando caer que “todo el mundo robaba a todo el mundo” musicalmente (¿una fina respuesta a las acusaciones de plagio que a veces se lanzaban a Led Zeppelin?) pero en el CD se ataca directamente la historia de arrepentimiento que es “Nobody's fault but mine”, Jones ahora saca de su arsenal el bajo de ocho cuerdas, que con su grueso sonido sirve como fondo perfecto para el riff asesino de guitarra. Por su parte, Bonham resuelve los ritmos sincopados del tema, mientras que en mitad de la canción, Plant se descuelga con su particular solo de armónica. Su voz, no obstante, a veces está a punto de perderse entre las capas de instrumentación, y aunque los Zeppelin son unos grandes músicos, en este tema en particular siempre me ha dado la impresión de que estaban estirando demasiado una buena idea principal hasta agotarla. En este sentido, creo que el público en general – y un servidor en particular – agradece que la banda no decidiera resucitar sus largas jams que se transformaron en habituales durante mediados de los 70, estirando temas de cinco minutos hasta el cuarto de hora mientras referenciaban alguna canción hecha famosa por Elvis Presley.

La “araña” que sirve como techo para la iluminación desciende, el hielo seco hace acto de presencia y unas brumas generadas por ordenador llenan la pantalla. “Cierra la puerta, apaga la luz, hoy no vendrán a casa...”, es el momento de la misteriosa “No quarter”, la historia de guerreros y soldados que no ofrecen ni piden cuartel, mientras se nombra el demonio y a Thor, la clase de letras que han generado una legión de aspirantes heavys que tan poca gracia le han hecho siempre a Plant. Aunque tampoco faltan críticos que ya encontraban risibles las letras de Zeppelin. A pesar de que Jones toca el piano desde la cara workstation Oasys de Korg, para generar su sonido clásico de piano con trémolo (no muy diferente del que abría el “Echoes” de Pink Floyd, aunque aquello era un altavoz Leslie), tiene un pedazo de pedal encima de tan caro artilugio. Esos pequeños detalles, como los planos de los pies de Bonham cuando acciona el pedal del bombo, me parecen geniales, como una pequeño guiño a los fans de la banda que también son músicos y están empeñados en saber de forma fidedigna cómo se generan todos y cada uno de los sonidos “zeppelianos”.

JPJ vuelve a girar el pedal para darle el sonido limpio que requiere su solo de piano, a veces parece que vacila, ¿error o improvisación? Poco importa, con un par de minutos de duración extra con respecto a la original, y con la particular intervención de Page al Theremin, resulta en una toma magnifica. Uno de los temas mas maltratados por el proyecto “Page/Plant” fue la siguiente canción, la triste balada blues “Since I've been loving you”, pero no pasa nada, los Zeppelin están aquí para corregirlo. Jones ahora adopta la postura de organista, y los pedales de bajo toman más presencia que en los otros temas que requieren de las capacidades de JPJ a las teclas, gracias a los espacios que deja la música.

Plant canta con un convencimiento casi adolescente esta historia de desengaño amoroso mientras Page parece tardar un poco en encontrar su sitio a la guitarra, pero cuando lo consigue, su instrumento brilla, triste y lánguido. Por su parte, la batería de Bonham se modula con las particulares cadencias de la canción, siempre a punto de romperse, siempre manteniendo un pie en el blues por mucho que el maltrato a la caja haga suponer a veces lo contrario.



Plant le cuenta al público que “no sé cuántas canciones habremos grabado, pero para un show como éste, nos preguntábamos qué tocar...”, ¿ha llegado el momento “Stairway”? No, John Paul Jones vuelve a coger el bajo y de hecho, con uno de sus riffs mas conocidos se abre “Dazed and Confused”, otro de esos temas adaptados por Zeppelin (originalmente compuesto por el cantautor Jack Holmes) que se han hecho mucho mas famosos gracias a la energía y las modificaciones del cuarteto. Las partes calmadas contrastan con los asaltos de ruidosos riffs de guitarra con el pedal de wah-wah a punto de reventar, Plant intenta meter sus quejios durante los momentos en los que la banda explora las posibilidades del tema (y la profundidad de su voz contrasta con la de aquellas primeras intervenciones televisivas del grupo), y entonces Page coge su arco de violín. Bajo un cono dibujado por rayos laser (¡como suena!), Jimmy extrae esos sonidos limítrofes con el ruido blanco, y el público responde extasiado ante las ráfagas, dejándolos, probablemente, “desorientados y confundidos durante tanto tiempo que, simplemente, no es verdad”. Un elegante plano desde la parte de atrás de los amplificadores Orange nos descubre que, durante unos segundos, el misterioso hechicero del Rock ha vuelto... el mismo tiempo que conseguía mantener su aura de misticismo en la pelicula “The song remains the same”, antes que el cutrerio de los efectos especiales acabara con ese halo al poco...

Cuando el grupo pisa el acelerador, Page aprovecha para otra demostración de maestría a las seis cuerdas, y finalmente, la banda retoma su inicio engañosamente calmado para cerrar el tema con Plant llamando, “Come on! Come on! Come on! Come on! Give it! Give it give it!”, a un definitivo exabrupto de los instrumentistas. A mi parecer no es su mejor tema largo, pero sigue siendo genial, tanto es así, que a su conclusión, Robert anuncia “¡Guitarra, Jimmy Page!”.

Y... ahora, sí, llega “Stairway to Heaven”, con un mar de móviles y cámaras haciendo de mosaico para el O2, con todos sus dueños pensando que tienen que recoger personalmente el momento. Hablando con Kulke tras ver las grabaciones no oficiales del evento, le comenté que, por alguna razón, a pesar de que esta toma del tema más famoso de Zeppelin era bastante buena, no conseguía levantar al público tanto como hubiera debido. A Billy también le extrañó, como si, por una vez, las otras canciones o el propio evento le hubieran robando protagonista al épico tema. Jimmy coge su Gibson de doble mastil (6 y 12 cuerdas), y a pesar de los acoples en el micro de Plant, la canción fluye sin problemas. Casi se pude notar el estrés en los dedos de Page en los trastes, luchando por clavar cada nota.

Tanto Jones como Bonham están impecables, y en el momento en el que “Stairway” adopta sus acordes épicos, al realizador de la pantalla LED le parece buena idea retomar el efecto de “espejo” durante el solo de Page, una idea que puede que fuera experimental e innovadora en 1973, pero que hoy en día, con los Movie Makers y los iMovies, más que un guiño al pasado, parece un poco barato. Aunque la interpretación se realiza con una pulcritud preocupante, este es el tema que, curiosamente, mejor aguanta las repetidas escuchas de todo el disco, el público acompaña al cantante cuando termina con el verso “...and she's buying a stairway... to... heaven”. Puede que no haya sido tan mágico como todo el mundo esperara, puede que Percy no haya ni intentado acercarse a las agudas notas de la original, pero ha sido bueno, muy bueno. El vocalista mira al infinito y con una actitud entre desafiante y aliviada dice “¡Hey Ahmet, lo hicimos!”


Jimmy no suelta los dos mástiles para interpretar otro tema de contrastes, “The song remains the same”, la apertura de “Houses of the Holy”. Los efectos en la voz de Robert suenan mucho más “reales” que en la grabación original, pero aún así consiguen darle ese toque artificioso, casi irreal que requiere la música. Percy sigue lanzando sus arengas, como si animara al grupo a darlo todo, en realidad no puede hacer mucho mas, mientras la sección rítmica expone todo su virtuosismo para que Page puede lucirse.


Al final, es Jason Bonham el anunciado por el cantante, y el grupo enfila sin problemas la recta final del repertorio. Antes de la siguiente canción, Plant recuerda cómo Jason era un más que digno imitador de Jimmy Hendrix, “Misty mountain hop”, con sus imaginería hippie llena el escenario, Jones consigue sonar, de nuevo y a pesar de sus pintas, como un maestro del funk blanco, mientras se posiciona detrás del Oasys, para extraerle el sonido de piano eléctrico. El grupo entero se acoge a su melodía para cerrar un tema más divertido e intrascendente, después de los temas mas complejos que lo han precedido.

Se pierde la introducción de Plant anunciando que ahora viene el enésimo país asistente al concierto, pero uno podría decir que es un detalle casi sin importancia cuando llega, como un mazazo, “Kashmir”. El clip de adelanto que se publicó en Youtube de este tema (de hecho, la canción en su totalidad) despejó cualquier duda sobre lo que íbamos a tener en nuestras manos cuando se lanzase oficialmente. Aunque los samplers de cuerda suenan un poco demasiado limpios en comparación con el vetusto Yamaha GX1 de la grabación original (otro megateclado de finales de los setenta favorecido por Keith Emerson), consiguen su efecto de llevarnos a Cachemira. De hecho, cuando en el majestuoso final, Plant canta a pleno pulmón “¡Puedo llevarte allí, déjame llevarte allí!” es difícil dudar de la sincero de sus intenciones.

La elección de “la canción más corta de ocho minutos jamás escrita” (como la definió The New Yorker) para cerrar el repertorio principal es indudablemente acertada, con las columnas generadas por ordenador, alzándose en la pantalla mientras la banda alcanza ese clímax faraónico. Si esto no está ensayado al milímetro, que baje Dios y lo vea. Jones se apoya en el otro teclado controlador (un X50, creo) situado sobre el Oasys para extraer aún más sonidos, hasta que la nota de Re no puede ser usada con más efectividad, y se cierra el tema con toda la energía que uno podría esperarse.


Los Zeppelin abandonan el escenario, ¡pero no se vayan que aún hay más! Como no podría ser de otra manera (aunque muchos hubieran esperado que fuera el cierre definitivo), el single más conocido que Zep sacó en su carrera, con ese riff prestado de Willie Dixon y su “You need love”, la gigantésca “Whola lotta love” con es estribillo que no te puedes sacar de la cabeza, cae sobre los asistentes, que replican a Plant sin dificultades.

Jimmy parece que se va a romper entre muecas y posturas de Guitar God durante el break de la parte intermedia, Plant, en su momento a capella parece que vaya a quedarse sin voz, entonces emite un aullido y vuelve a cantar con una convicción inesperada, el fantasma del 45 revoluciones original es desterrado, aunque sea por unos momentos, a estos sexagerianos no se les puede pedir mucho más.

Al terminar, Plant agradece al público su asistencia, a los que tocaron antes que ellos, a los que han hecho posible el concierto y recuerda los tiempos en los que Atlantic “era la mejor compañía de discos del mundo”. ¿Fin? No, el grupo todavía tiene que tocar un bis más que nos recuerde por qué estamos aquí, el endiablado - y acelerado – ritmo de batería nos anuncia “Rock and Roll” y eso es lo que tenemos, con imágenes de archivo desplegándose en el fondo (¿de verdad no las había sin códigos de tiempo insertados?), los Zep echan el resto. Aunque se podría echar en falta un poco el piano adicional del casi Rolling Stone, Ian Stewart, es una magnifica interpretación, en los últimos “lonely, lonely, lonely... tiiiiiiiiiiiiiime”, Plant ya no contiene ningún trazo de la postura cock rocker de antaño y parece un cruce entre el “sindrome Pertegaz” y el Ecce Homo de Borja. Pero ahí esta Bonham para darlo todo en un eficiente y nada exasperante solo de batería. Formando un pequeño circulo entre ellos, el grupo se sonríe ante los golpes finales, orgullosos quizás del “jovenzuelo” y conscientes, sin duda, de que han dejado al público en el mismo estado que decía una máxima de los montajes de Queen: “Ciegos, sordos y con ganas de más”. No solo han hecho un buen trabajo, y el hecho de que al abandonar el escenario, en la pantalla aparezca en grandes letras LED ZEPPELIN no hace más que confirmar que, sea lo que sea, el “espíritu” de un grupo de Rock disuelto hace décadas ha sido conjurado esa noche. (No, no me sonrojo al escribir estas cosas... aunque puede que un poco al leerlas).

Aunque pueda parecer que toda esta reseña no es más que un ditirambo salido de madre, también hay algunos “peros”: para empezar, el repertorio. Por un lado, es incontestable, es un buen resumen de la carrera del grupo y consigue el equilibrio entre los temas mas conocidos y las auténticas rarezas. Por supuesto, ahora que se ha puesto tan de moda tocar un álbum en su totalidad, cualquiera se hubiera ido más que contento a casa si sólo hubieran decidido tocar “IV” (o Zoso, o “The band's untittled fourth album” como dice el libreto, o como usted lo quiera llamar) y un par de bises. Si ese hubiera sido el caso, al menos podríamos tener un “Going to California” o algún otro tema acústico, porque el lado folk de Zeppelin no es cualquiera cosa, por mucho que a veces (las tristes ventas de “III” en comparación con otros álbumes) no jugara a su favor.

Otra cuestión son las elecciones visuales, ciertamente, cuando los miembros de LZ se refieren al DVD del concierto como “the film”, no les falta razón, porque los momentos a cámara lenta, los efectismos en la pantalla, así como la imagen con colores muy saturados y luces exageradas subrayan el dramatismo de la música... quizás demasiado. Como ustedes ya saben, el vídeo, aunque sea en HD (o el ojo humano, ya que estamos) no se lleva muy bien con las frecuencia de colores “por debajo” del rojo o “por encima” del violeta. Ergo, cuando el escenario se llena de luces con esos tonos, y si encima se manipula la imagen, pues los músicos pierden definición.

Finalmente, por mucho que Page o Alan Moulder, se hayan afanado con las mezclas y con limpiar el sonido, sigue habiendo algunos fallos, pero eso es algo inherente a la interpretación de esa noche y es hasta cierto punto admirable que el grupo haya decidido (aparentemente) no volver a grabar algunas de sus partes en el estudio. Aunque, siendo sinceros, me costaría imaginar a Page convenciendo a Plant de que se pasara por el estudio para reemplazar algunas voces, y en cualquier caso, no hay mucha escapatoria. Con tantas grabaciones de esta noche pululando por ahí, los Zep son conscientes de que cualquier retoque iba a ser obvio para el escrutinio de los fans más acérrimos. Pero obviamente, los pequeños baches son ampliamente superados por las virtudes.

Aunque mi home cinema no llega a decodificar el DTS-HD (me quedo en un “proletario” dts estándar), el sorround está bastante bien usado, sobre todo para la batería y algunos efectos, y, obviamente, la presencia del público. Pocas novedades en ese sentido, entonces, pero desde luego es mejor que el típico uso de los tres altavoces frontales (y el subwoofer) para la música y dejando los traseros para los efectos de audiencia. En cualquier caso, los graves están perfectamente afinados, al final mis tabiques sufrieron y todo.


¡Y aún me queda otro disco!

Quizás Jimmy sea, en el fondo, un genio del marketing, y cuando dejaba caer que durante los ensayos la banda había conseguido sonar mejor que durante el propio concierto, nos estaba insinuando los posibles extras del futuro DVD. O haciendo ese tipo de declaraciones en público estaba forzando a sus compañeros a que le dejaran incluirlo en el paquete.



Sea como sea, el principal “Extra” del segundo disco es un ensayo completo del show, grabado desde una cámara en su trípode y con sonido de la mesa de mezclas, aunque en este caso solo tenemos estéreo, aunque eso sí, en PCM (sin compresión). La calidad de imagen dista mucho de la del concierto, tiene aspecto de ser DV, aunque por lo menos es en 16x9, así que parece un “pirata oficial”. Con las luces de los estudios Shepperton encendidas solo vemos un largo telón negro y al grupo preparándose para lo que tiene toda la pinta de ser un ensayo general. Es especialmente gracioso pensar que esa misma disposición es la que se encontraron los 18.000 asistentes del show en el 02, pensando “venimos a ver a Led Zeppelin ¿y todo lo que tenemos es un fondo negro y algunas luces?” Por supuesto, cuando se apagan la iluminación del estudio, lo mas probable es que se abra el telón, es entonces cuando podemos ver el noticiario de Tampa y se sigue la misma secuencia de canciones que en el concierto que tenemos en el BR.

Curiosamente, en verano de 2012 conseguí una grabación de estos mismos ensayos (aunque algunas diferencias en el sonido me hacen pensar que no es exactamente de este ensayo en concreto, del 6 de Diciembre, cuatro días antes del concierto) con sonido también proveniente de la mesa de mezclas, y llegué a pensar que dichos Mp3s descargados de un Torrent sería lo mas cerca que estaríamos de tener una grabación del 02, ah, la vida...



¿Diferencias? Bueno, aparte de que todo transcurre en un plano fijo, no muchas. Da la impresión de que el grupo (y en especial Page) querían incluir estos ensayos para que los fans pudieran ver al grupo sin el efectismo visual del otro disco, así como poder apreciar el cuidado montaje escénico en su totalidad, sin tener que recurrir cada equis tiempo a un primer plano de alguno de los músicos. En este sentido, el DVD se ve sin problemas ya que en la pantalla abundan los tomas cercanas a las manos y las caras de los integrantes de Zep, incluso si te has comprado la edición “Deluxe” por inercia, te encontrarás reproduciendo este disco más de un par de veces. Ah, y podéis apreciar el inevitable retraso de microsegundos entre el sonido en directo y lo que aparece en la pantalla LED...

Aunque es cierto que algunos solos (sobre todo de guitarra) son algo diferentes, no hay cambios radicales, eso sí, mi momento favorito es durante “Stairway”, cuando el siempre pulcro John Paul Jones parece perderse en el teclado y en la gigantesca pantalla LED podemos ver a Page sonriéndole, como diciendo “sí, Jonsey, estas metiendo la pata hasta el fondo y me estoy dando cuenta”. El grupo salva el tema al final, y se escucha a alguien decir “I think you've nailed it” (creo que la habéis clavado), lo cual a mi me suena bastante a peloteo. También tiene su gracia ver a Percy saltándose a la torera algunos versos de las canciones, verle repetir otros o escucharle durante uno de los descansos entre canción y canción, “You can never get a blowjob in time”, o sea, “nunca puedes conseguir una mamada a tiempo”, ay, Percy, Percy...

Sin ser tan espectacular como el concierto en sí, este ensayo vale su peso en oro, ya que los Zeppelin siempre han sido rácanos a la hora de sacar tomas alternativas de sus temas, pruebas de sonido o maquetas, ya saben, ese material que hace el fan medio salive cual perro de Pavlov ante una colección de llaveros. Tanto es así, que ni siquiera existe un lanzamiento oficial de los celebérrimos espectáculos de Knebworth en su totalidad, en el “DVD” solo tenemos el tramo final porque, según Page, en su libro “Light and Shade”, “no quería darle las mismas canciones una y otra vez al público” ¡Pero Jimmy, si es lo que queremos, para ver hasta dónde erais capaces de alargar los temas! Así que ver cómo estos temas están todavía desarrollándose con respecto a la versión que vemos en el Blu-Ray es muy, muy interesante, a pesar de no ser tomas radicalmente diferentes.


Si esto fuera cualquier otro grupo, también tendríamos un bonito reportaje tan aburrido como cualquier “making of” de pelicula made in Hollywood, con todo el mundo hablando de lo maravilloso que ha sido volver a trabajar juntos, que qué bonito es sentirse como una banda de nuevo y que esperamos poder trabajar juntos de nuevo. Pero esto no es ni los Eagles, ni Metallica, esto es Zeppelin y lo que tenemos es un montaje con las diversas piezas realizadas por los informativos ingleses sobre la reunión en el 02, incluyendo el trozo de “Black Dog”, ¡con el ya mítico acople incluido! Sin duda, el siempre polémico pero divertido Jeremy Paxman, da en el clavo cuando dice que “estas han sido las noticias, pero el sitio en el que estar esta noche era el 02, con Led Zeppelin”.

Entre redactores y recursos de los fans hablando maravillas del concierto (uno de ellos se niega a confesar lo que ha pagado por la entrada) vemos aalgunos de los músicos famosos que asistieron a la resurreción de Zeppelin. Aunque en el DVD solo podemos ver a Noel Gallagher (¿se está negando a firmarle un disco a un fan?) a The Edge y a Jamie Cullum lo cierto es que hubo una cantidad importante de artistas que no se lo querían perder: Peter Gabriel, Dave Grohl, Paul McCartney... Este último, de hecho, fue el que criticó la actitud de Plant por no querer darle un gusto a sus fans y salir de gira con Zeppelin. Siempre el “adicto al trabajo” (como suele decir Ringo Starr), Macca no entiende que un músico no quiera complacer a su público. Por lo visto también asistió Paris Hilton, pero es una presencia sin la que creo, podemos vivir.


Finalmente, también se incluye el segmento de noticias de Tampa que sirve para abrir el concierto, aunque éste ya estaba como extra en la nueva edición del film “The song remains the same”. Cabe preguntarse, llegados a este punto, por qué no pasarse de completista e incluir una versión multi cámara de los ensayos (que probablemente exista), pero me imagino que hasta para Page hay límites.

El paquete se completa con algunas fotos del evento viradas al amarillo y con textos en los que cada miembro explica sus sentimientos sobre la reunión. Cada uno toma la postura que cabría esperar: Jones conciso y reservado, Bonham exultante y alegre, Page meditado y profundo y, finalmente, Plant, intentado ser objetivo al mismo tiempo que fastuoso, en otras palabras, lo que viene siendo un cantante. Un detalle que me molesta del libreto es que no se hayan incluido más fotos de los ensayos del inefable Ross Halfin (su diario online no tiene desperdicio, sobre todo si quieren ver a un fotógrafo que no tiene problemas en llamar “capullo” a alguno de los famosos a los que retrata con el objetivo o sus comentarios) y que se haya decidido por poner todas las imágenes de un tono, lo cual me parece un desperdicio, sobre todo para la versión en LP.

Y ahora... ¿qué?

Durante las entrevistas promocionales para “Celebration Day”, Page declaró que 2013 sería un año de actividad, no solo sacaría su nuevo disco en solitario (así lleva AÑOS, y siempre declarando que “ya tiene la parte instrumental grabada”) sino que el catálogo de Zeppelin saldría de nuevo a la calle con numerosos extras, o sea... ¡¿a comprar otra vez los mismos discos?!! ¿Tan problemático es sacar una caja con solo las rarezas???

Para redondear la jugada, Plant ha dicho en unas recientes entrevistas que en realidad, la culpa de que no hubiese gira con Zeppelin no fue en realidad suya, insinuando que Jones y Page son los que mantienen el grupo en el limbo, y que él no tiene nada que hacer en 2014.... ¿perdón?

¡Sin efecto "espejo" durante el ensayo! ¿No era mejor dejarlo así?


En cualquier caso, si “Celebration Day” fuera el último testimonio grabado que llevase el nombre de Led Zeppelin, me cuesta imaginar uno mejor, a pesar de los fallos (o quizás por ellos), me parece un gran testimonio, honesto, de una de las mejores bandas del mundo. Ah, si pensaban que me iba a arrugar a la hora de escribir lo siguiente, se equivoca: esa noche de Diciembre, el martillo de los dioses sacó truenos del yunque del metal. Fuck yeah.

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