jueves, 18 de octubre de 2012

PROPIETARIOS DE VEHICULO = GOLLUM (+ bonustracks: el viaje a la mucosa y el autobús que se negaba a arrancar)

Esta es nuestra tesis 



Si usted ha visto / leído “El Señor de los Anillos” de JRR Tolkien (la novela) / Peter Jackson (la película), sabrá de la ambivalente relación que mantiene el otrora tranquilo hobbit Gollum - antiguamente conocido como Sméagol, antes de ser corrompido por el Anillo Único – con el nuevo portador del anillo, Frodo Bolsón. Dependiendo de si se cree traicionado o no, la cosa va así:

  • Amamos al amo, queremos al amo, el amo es bueno...
    o

  • Odiamos al amo, el amo nos engañó, sucio, ¡sucio! Hobbit.

Bien, el propietario medio de un vehículo pasa por esos dos estadios – y cualquier fase intermedia - alrededor de unas 500 veces durante su primer cuarto de hora diario al volante.

Como muestra, un botón: Por diversas vicisitudes llevo mi coche – o el coche de mi padre, del cual me he apropiado – a la revisión de los 80.000 km justo cuando está cayendo LA tromba de agua sobre toda España. No solo eso, sino que además, para ahorrarme unos dineros, decido llevarlo a un taller situado en el pueblo de mis padres, a 24 Km de Sevilla. El taller está en un polígono industrial, y la parada de autobús – no hay acceso por tren de cercanías y no hay nadie que pueda venir a recogerme – mas cercana está a 20 minutos de paseo.

El viaje de ida sucede en uno de esos días en los que no hay gran cosa que hacer, me paro en una de mis estaciones de servicio preferidas, donde, por una vez, no me importa pagar tres euros y pico por una tostada y un café. Eso sí, la tostada es de pan de pueblo y me sabe a gloria, alargo un poco mas la estancia porque saco el notebook y me llevo un rato escribiendo. La cafetería de la estación está hasta arriba de gente, da la impresión de que se ha parado un bus lleno de ejecutivos o comerciales, ya que hay predominancia de trajes de chaqueta y corbata. En el aparcamiento, junto a mi coche hay un Mercedes SL AMG, da alegría el solo verlo, aunque su dueño probablemente sea un capullo integral. O una bellísima persona, hagan sus apuestas.

La foto no es mía, pero se hacen una idea...


No llueve demasiado y prosigo mi viaje: la vida es hermosa, amo mi coche que lleva mucho tiempo sin darme ningún disgusto. Lo dejo en el taller y empieza el complicado viaje de vuelta, aunque tenía una idea muy clara de cómo llegar a la parada de autobús, para cuando me quiero dar cuenta parece que he entrado en una realidad paralela de soportales en los que finaliza el pueblo.

Sigo andando, y, o yo soy muy despistado (altamente probable), o durante mi estancia en el taller, alguien me ha cambiado las calles de sitio con el fin de que la lluvia me cale hasta los huesos (poco probable). Odio mi coche, odio no poder desprenderme de más dinero para hacer la revisión en el taller oficial que me pilla mucho mas cerca de casa, odio este pueblo y odio equivocarme.

El siguiente objetivo de mi odio es el conductor del autobús, para cuando llego a la parada / estación quedan diez minutos para que salga, pero el tipo prefiere hablar con una mujer a abrirnos la puerta a los pocos futuros pasajeros y resguardarnos del frío y la lluvia. En el bar, una tele de tubo y los parroquianos ven pasar las horas.

Afortunadamente, el recorrido hasta Sevilla no hace paradas, pero sigue lloviendo y me sigo calando. Al llegar a casa, los calcetines podrían provocar un agradable charco, una vez exprimidos. Sigo mis quehaceres hasta que por la tarde me llaman del taller, mañana por la mañana podré recoger el coche y el presupuesto de la revisión es mucho menor del que me esperaba. Todo perfecto, amo a mi coche por estar tan bien después de 80.000 kilómetros.

A la mañana siguiente, LA tromba no solo no ha bajado el ritmo, sino que ha pisado el acelerador hasta atravesar el chasis, “chuzos de punta” se queda corto. Me bajo en la parada correcta, y el paraguas lucha por no volverse del revés, llego al taller, pago y me subo en mi coche. En mi calentito y seguro coche. A medio camino, salta la alarma de la presión de los neumáticos y, curiosamente, a renglón seguido también me chiva que el sistema que detecta dicha presión anda un poco regular ¡maldita sea! ¿Qué clase de revisión me han hecho? Parar a comprobar los neumáticos no es una opción porque llueve tanto que ni el mejor techado de cualquier gasolinera me evitaría volver como recién salido de la ducha al asiento de conductor.

Además, llueve tanto que tampoco me atrevo a circular a mucha velocidad, he visto las ruedas en el taller y no me parecía apreciar nada raro, así que tampoco creo que se desinflen en el camino. De hecho, todos vamos bastante lentos, por una autopista a la que todo el mundo intenta ir a 140 en circunstancias normales, los coches avanzan con una mezcla de paciencia y miedo, se puede notar como todo el mundo se hace caquíta en sus respectivos camiones, deportivos y utilitarios. Mi limpiaparabrisas (y me imagino que los de los demás coches) hace horas extra intentando despejarme el camino. Odio tener que conducir en estas condiciones, un poco de lluvia está bien, puede ser melancólico, pero esto... esto es una tortura china, no tiene nada de divertido, de hecho es bastante peligroso.

En Sevilla, hay que sumar la lluvia a la desesperada búsqueda de aparcamiento, porque si ya a la gente le bastan cuatro gotas como excusa para sacar el coche en masa, con esta hecatombe fluvial – les encanta mi vocabulario ¿verdad? - parece que la chapa y las ruedas hayan sustituido al asfalto. Desesperación, desesperación...Odio, Odio...



Como insulto final, tras estas maniobras, me llevo unos cuantos días sin necesidad de coger el coche y para cuando me vuelve a hacer falta es para oficiar como chófer para mi madre, que va, obviamente, al pueblo de visita. Oigo un desagradable ruido que me suena de antes, y la vez anterior no significó nada bueno. Los pitidos de los otros coches confirman mis miedos, paramos en una gasolinera y, efectivamente, el neumático está prácticamente desinflado. Como estamos en una Galp, tengo que echar un euro – no es mucho, pero cuando te obligan a pagar por algo que siempre ha sido gratis...- para llenarlo con suficiente aire para volver a casa, ya que no tengo ni ganas de poner la de repuesto ni de llamar a la grúa del seguro. (No, ni de cambiarla yo mismo).

Finalmente, claudico y llevo el coche al taller oficial donde me aseguran que con un cambio de rueda todo (incluido el sistema que se dedica a monitorizar la presión de las ruedas) se va a solucionar. El presupuesto final de la revisión en el otro taller más el del nuevo neumático no supera al de la revisión si la hubiera realizado en el oficial, pero aún así no es barato. Para cuando llego a mi casa, reparo en que no me han dado ningún papel a modo de resguardo y que las llaves del coche siguen en mi bolsillo, esto es un poco preocupante ya que mi vehículo quedó estacionado fuera de la nave de la casa oficial, sigue existiendo una valla que protege el recinto, pero aún así... “Bueno” - pienso - “lo mismo tienen una llave universal para los modelos como el mío”. Por la tarde me llaman de la casa oficial, han encontrado la rueda – porque para redondear, es una neumático que la marca está “descontinuando” - y para la mañana siguiente la tienen en su poder. Estupendo.

Pasan dos días sin noticias del taller, así que asumo que simplemente están esperando que me pase a recoger el coche. Una tarde de otoño me dejo caer por allí, he visto mi coche en la misma posición en la que lo dejé, en el mismo cuadrante... sí, lo adivinan, se acerca un momento totalmente absurdo.

Pregunto a la chica de recepción, me indica que no sabe nada del asunto, se nos suma su compañero mecánico, el cual tampoco lo tiene claro hasta que indico que es el coche que está al lado de la puerta de entrada. “¡Ah! ¡Y yo preguntándome qué hacía ahí tanto tiempo!”

Grrrrrr......

Llegados a este punto, tengo que dejar clara una cosa; en el otro taller oficial al que servidor solía ir – durante el periodo de garantía, esto es - el trato era horrible, cuando se producía una avería, te dejaban con la impresión de que la culpa era del usuario. En este, el trato es mucho mejor, pero la tranquilidad con la que tratan los asuntos pondría nervioso a un gato de escayola, atiborrado de Valiums.

En un exabrupto nada habitual en mi, acabo diciendo en voz alta “Qué pasa, que si no vengo yo, mi coche se queda ahí todo el fin de semana”. Lo mejor viene cuando el hombre que me atiende (y que me rellena el conveniente resguardo) me dice como respuesta que “perdone, pero es que mi compañero está en un curso...” Que es como si un director de cine decidiera no hacer una película porque sólo le han dado dos años de plazo para terminarla.

En fin, ahora SÍ, entrego mi llave (aparentemente, mi creencia de que existe un “mando universal” era infundada) y, one more time, me espero a que me llamen para decirme que la rueda está cambiada y el eje trasero equilibrado. Me dicen que para la mañana siguiente sobre las once estará todo solucionado. Como se pueden imaginar, a las once y media acabo llamando yo, afortunadamente, la rueda está cambiada y todo solucionado, aparentemente.

Opción que llegué a sopesar


Presiento que los niveles industriales de odio y enajenación que siento hacia mi coche disminuirán hasta desaparecer cuando me halle al frente del volante. El mecánico que estaba en un curso me atiende y me pide disculpas, como voy a volver a circular sobre cuatro ruedas, todo me parece correcto, además, como es el taller oficial, me creo que se han tomado las suficientes molestias para hacerlo todo como es debido y que si han tenido que echar tres horas en cambiar una rueda, se han asegurado de que todo va bien. Craso error.

Para cuando estoy saliendo del polígono industrial en el que también se hallan las instalaciones de la marca, me salta el chivato en la pantalla de que la supervisión del inflado de las ruedas vuelve a no funcionar. No solo eso, uno de los sistemas de seguridad adicional – que no es obligatorio para la circulación, pero la facilita, según me informa el propio experto que me atiende -, tampoco funciona. Me encanta la electrónica moderna de los coches, si además de decirte lo que tienen (como un médico enfermo), además pudiesen auto arreglarse (como algunos cirujanos de un reportaje de la televisión inglesa ¡puaj!) sería la leche.

Con una actitud que se me antoja residual de los caballeros que me atendían en el otro taller oficial, el mecánico se sube conmigo para comprobar si realmente existe la avería. El coche pasa ahora por el ordenador de la marca y se confirma: una pieza electrónica situada en el volante, debajo del airbag – no, no podía tener un acceso mas difícil, aparentemente – está estropeada. Ahora el presupuesto de TODAS las reparaciones SÍ se iguala al de la revisión presupuestada inicialmente aquí.

En estos momentos, yo mismo conduciría hasta el Monte del Destino y depositaría el vehículo en la lava impía de la que surgió, saltando segundos antes de que empezara a caer, como un Nicolas Cage de la vida.

Me llevo el presupuesto y el coche a casa, ya que mi madre no puede pasar mas tiempo sin visitar a los familiares. Como me han dicho que salvo que vaya a conducir como un suicida, el sistema de seguridad adicional no es imprescindible (siendo sinceros, nunca conduzco mas allá de cualquier límite de seguridad, lo que me hace un piloto muy aburrido), pues hago mi camino con cierta normalidad. Salvo por una cosa, por la mañana, nada mas despertarme he sentido la clase de dolor/irritación en el área de la nariz que me avisa de que mi cuerpo va a empezar un proceso viral. Y no me refiero a que empiezo a ver vídeos extraños que luego se demuestra que pertenecen a una campaña de marketing. Y por favor, ahórrense los comentarios sobre dormir con el culo al aire, que no vienen al caso. Ni al vaso.

Esto es un vaso y una demostración del nivel de humor que me gasto en este blog


Lo bueno de estar resfriado cuando aún hace calor – porque en Sevilla, después de LA tromba de agua, volvió el “otoño veraniego” para otro par de semanas – es que es menos insufrible que cuando hace frío, con la salvedad de que en todas partes se sigue poniendo el aire acondicionado. En el caso de hacer de chófer de mi progenitora, eso se traduce en que o ella se asa de calor, o yo potencio mi mala salud al utilizar el climatizador.

En cualquier caso, sudo como un pollo.

Inicialmente, este artículo terminaba aquí, demostrando que no siempre tengo por qué escribir entradas kilométricas, y me dedicaba a repasar brevemente las fases de amor y odio de un propietario con respecto a su coche. Y concluía con un interesante “me voy a Madrid a entrevistar al cantautor progresivo Peter Hammill, adivinen en qué tipo de transporte NO voy a ir”. Pero claro, tratándose de mí, no todo podía ser tan sencillo...

Madrid

El plan era simple: cojo el tradicional Socibús a la una de la madrugada para llegar a las siete A.M. a Madrid. “Durmiendo” lo posible, dejo la maleta en el hotel (demasiado temprano para hacer el check-in), me doy unas cuantas vueltas por la capital del Reino – incluyendo la ineludible, al menos para mi, visita a Madrid Cómics – para después regresar al hotel, descansar un poco y después llegar a la cita con el líder de Van Der Graaf Generator. Después, a hacer tiempo antes del show en Clamores, quizás visitar a un amigo, que lleva un club por Tribunal y después descansar, aprovechando el hotel hasta última hora, y después volver a Méndez Álvaro para empezar la vuelta a Sevilla.

La lógica del viaje en bus es más o menos comprensible: la semana siguiente me esperaba un periodo de actividad laboral interesante, así que con el añadido de un resfriado, lo mas lógico era estar lo antes posible de vuelta para poder agonizar bajo las sabanas, expulsando toda la mucosa posible en el universo conocido. Y parte del desconocido. Para que un viaje tan relámpago no me costara ciento y pico de euros en AVE o avión, el autobús parecía la opción mas recomendable. A pesar de lo que pudiera parecer por un billete de ida y vuelta que no sale por más de 40 euros, el viaje es mucho mas llevadero de lo que pueda parecer, además, ventajas de haber currado de técnico de sonido: puedo dormir en la rueda de un camión, mientras ésta da vueltas. No solo eso, sino que tenemos un inestable (por las curvas) servicio a la mitad del “coche”, enchufes para recargar los móviles (dependiendo del modelo, debajo de los asientos o encima del cubículo del water) y...aire acondicionado. Me cago en... Por cierto, desde hace un tiempo, la parada a mitad de camino ha dejado de ser la Guarromán, siendo ahora Bailén el sitio en el que te puedes pelear por ponerte delante de una taza de WC a las cuatro de la mañana. Bueno, aún es Jaén...

Otro de mis impepinables de este trasiego era la pastelería Mallorca, auténtico lujo para los que nos gustan los dulces, aunque después de tanto tiempo sin visitarla, el sistema de pedido me tuvo un poco despistado momentáneamente (te dan una ficha de un material que parece querer ser mármol y te la rellenan con lo que vas consumiendo). Elegí la sucursal situada en el barrio obrero de Serrano (sarcasmo), que estaba a rebosar, incluso a media mañana. Mi pequeña selección de pasteles estaba deliciosa, así como el menta poleo (durante los próximos días, mi mas fiel amigo), lástima que mi paladar no estuviera en su mejor momento para disfrutarlos.

Aprovechando la coyuntura me acerqué al Sony Gallery, algo que yo siempre he considerado como el pobre intento por parte de la compañía japonesa por replicar los Apple Store (aunque sean mas antiguos que los locales de La Manzana), y donde pude comprobar que las gafas-televisión 3D son tan timo como los antiguos “cascos de realidad virtual”. Nada convincentes, 1.000 euros a la basura si se las compran. Mucho mejor están sus televisores y sus Home Cinema, sobre todo proyectando Harry Potter. Por no hablar de una suntuosa oferta de una sus últimas unidades de cámaras de video semiprofesionales, lástima de ser una inversión un tanto arriesgada.

El hotel, por su parte, estaba muy bien situado, aunque como hice la reserva por una web que no pertenecía a la cadena, no me pude aprovechar del descuento ofrecido por ser mi cumpleaños. Desde aquí quiero agradecer a NH su oferta al 50%, ahora, si me hubieran mandado el correo ANTES de mi cumpleaños y ANTES de reservar por otros medios, estaría mucho mas agradecido. También me gusto mucho la selección de quesos que me esperaba al llegar a la habitación, lástima que los picos de pan fueran un poco chiclosos. Está claro que el tema del pan, en cuanto uno cruza Despeñaperros, es ya otro rollo. Lamentablemente, en cuanto uno cruza esa frontera montañosa, también se da cuenta de que en algunas cosas el otro rollo somos los andaluces.

Tras ponerme el despertador a una hora adecuada para acicalarme de cara a la cita con PH, me quedé muy dormido mientras en el televisor echaban “Españoles por el Mundo”. Al volver en mi, pasé a National Geographic, donde Richard Hammond – fuck yeah – intentaba inútilmente darle forma a una espada en una fragua. Es decir, el reportaje típico que se puede esperar de un presentador de Top Gear cuando va en solitario.

A sus 63 años, y en el momento de hacer la entrevista, Hammill tenía mucha mejor salud que yo. Por cierto, los dos llevábamos rebeca.


Una cosa que me encanta de los hoteles NH - ¿donde está mi cheque, señores? - es que apenas tengo que utilizar nada de mi neceser, ya que en el cuarto de baño me dejan hasta body milk y una especie de crema after-shave que me va a dejar la cara más suave que el culo de un bebé. Una vez preparado, el resfriado ataca con suficiente virulencia (nunca mejor dicho) para hacer que me acueste un poco antes de salir a la calle, cuando me levanto miro la cama y para mi horror descubro manchas de sangre. ¡Me van a oír en recepción! ¡Voy a poner una queja que se va a cagar la perra!¿Acaso aquí no pasan el Luminol como en CSI? Pero al poco reparo que la toalla que he utilizado para secarme el rostro después de afeitarme tiene las mismas manchas, parece ser que he apurado demasiado la cuchilla. No se preocupen, esto me pasa hasta usando un Wilkinson de 20 euros.

Luminol in action


Tras devorar una deliciosa crepe – en mi cabeza seguía siendo mi cumpleaños y puedo bloquear mis arterias como más me plazca -, me encaminé al hotel de Hammill. Sobre la entrevista y el concierto tendrán que leer en “This is Rock”, pero tengo que contarles que mientras el veterano músico me contaba cómo era muy normal que los grandes popes del progresivo se encontraran a menudo en los bares de Londres y en las vías de servicio de las carreteras británicas durante los primeros setenta, yo llegué a pensar “Dios mío, estoy malo como una perra, espero no estar pegándole nada a este señor y provocar que suspenda la gira europea por mi culpa”.

Igualmente, durante su corto (90 minutos) recital en la sala madrileña, me estuvo llorando un ojo. Eso no era por la emoción (aunque “Refugees” estuvo genial), sino por la combinación de, una vez mas, resfriado y climatización para gente sana en verano. La idea de visitar el bar de mi amigo fue totalmente desechada y servidor decidió derrumbarse, mas que dormir, en la cama del hotel. Después de enfrentarme, eso si, al nuevo sistema de Metro de la capital, por el que tienes que pagar en base a tu destino, maldita la gracia.

La mañana siguiente se produjo esa rareza que es que me despierte después de oír la alarma del móvil (y no antes). Me tomé un caro desayuno en un VIPS en el que se necesitó de dos camareras para aclarar que el café con leche condesada que pedía después del menta poleo y el croissant, era, básicamente, un café bombón. Recogí las cosas a una velocidad aceptable, con todavía la cabeza un poco rara, me enfrenté a una absurda cola para el check-out a pesar de que me podría haber limitado a dejar la llave-tarjeta e irme, ya que la habitación estaba pagada de antemano y no había acudido al minibar.

Como había escogido una hora tan rara, a priori, como la una del mediodía para salir, me compré un bocata en el Rodilla, y llegué al Socibús por los pelos, gracias en parte a la señora que decidió colarse en la cola de “para llevar”. El viaje transcurrió con normalidad, entrando y saliendo de cortos periodos de sueño (no, en ningún momento del fin de semana me sentí descansado) y repasando los podcasts que tenía en el móvil, llegando a la conclusión de que nunca más iba a escuchar nada por los auriculares, promesa que rompí a los pocos días en el gimnasio, lógicamente.

El problema es que algunos trayectos del Socibús realizan parada en pueblos, lo cual no tiene nada de malo, excepto por lógico retraso en la llegada a Sevilla, pero en fin, no se puede hacer nada al respecto. El problema vino después de abandonar la estación de Écija, al llegar a una rotonda, el bús dejó de avanzar. El motor arrancaba, pero cada vez que intentaba recorrer un milímetro, sonaba una preocupante alarma. Tras varias intentonas, el chófer echó a andar a lo largo del bus, revisando todas las puertas y compartimentos para el equipaje, incluso la del water. El motivo de una búsqueda tan exhaustiva era que el ordenador de a bordo informaba de que una puerta seguía sin cerrarse, ergo, por seguridad, impedía el avance. Benditos sistemas de seguridad.

Esto lo supimos una vez que el conductor superó la decena de intentonas, mientras las motos de la policía local llegaban, colocaban un cono estriado y hasta una cinta policial - ¡nuestra propia cinta policial!¡qué guay! - para que al resto de conductores no les diera por embestir casualmente al autobús blanco que estaba parado en la entrada de la rotonda. Finalmente, después de que nuestro chófer diera por imposible el salir a carretera, se nos informó de que un autobús de otra compañía, desde una localidad cercana, acudiría a nuestro rescate.



A mi y a algunos pasajeros nos dio tiempo para ir a tomar un café a una gasolinera cercana mientras bromeábamos con que , lo mismo, el nuevo medio transporte se iba a ir sin nosotros. Como no pudo ser de otra manera, mientras comentábamos la jugada con el empleado de Socibús nos enteramos de que la empresa era muy rígida en el cumplimiento de la normas de seguridad, lo cual incluía no abusar de las horas que pasaban sus trabajadores frente al volante (bien por ellos) y avisarnos de que cualquier reclamación tendría que esperar a que llegáramos a la taquilla de nuestro destino (no tan bien por ellos).

Después, la conversación (a la que se sumó uno de los policías locales) derivó en la gracia del sistema ideado por Volvo (fabricantes del bus) y en que, probablemente, “el sueco” que viniera a arreglar el desaguisado solo tendría que darle a un par de botones en su terminal para hacer que nuestro vehículo volviera a funcionar con normalidad. Porque como ya habrán adivinado, no había ninguna puerta realmente sin cerrar, sino que el ordenador informaba de ello porque se le había cruzado algún cable.

A un mesón que hacía esquina con la rotonda le dio tiempo a abrir, y se nos hizo de noche hasta que llego el “nuevo” autobús, un poco mas humilde que el que veníamos usando, pero cumplió dignamente su labor de llevarnos a Sevilla. Tras llegar con tres horas de retraso respecto al horario previsto originalmente y bajarnos con una velocidad olímpica, algunos de los pasajeros tuvieron la alcoyana moral de dirigirse a la taquilla, como uno tiene 15 días para reclamar y mi salud no había mejorado (porque en el “sustituto” el aire acondicionado estaba aún mas fuerte que en el “Soci”), decidí pasar del asunto reclamatorio. Total, para cuando realicé las gestiones pertinentes se me informó de que probablemente tendría derecho a una indemnización mas generosa si hubiera contratado el “Seguro de viaje” por un euro mas. Me da a mi que lo que me va a caer es un billete gratis, ay si me cayera a tiempo para la "Monstrua de Cine Chungo"... En mi caso realmente no importa porque no me hacía ningún agujero importante en mi plan para la semana, pero había gente con hoteles, trabajos y amigos a los que atender, y espero que la empresa tenga estos detalles en cuenta a la hora de atender sus reclamaciones.

La moraleja de esta historia podría ser “no viaje por carretera”, pero, sinceramente, he sufrido retrasos en todas las formas de transporte que existen por lo motivos mas variados y ridículos: se me viene a la memoria ese trayecto en avión a Barcelona que se retrasó sesenta minutos porque (en palabras de los trabajadores de la empresa) ese día coincidió con el cambio de hora para el verano....¿?¿?¿?¿?¿?¿

Así que si acaso, la conclusión sería: no viaje, quédese en casa viendo la TV, hay un mundo ahí fuera maravilloso esperándolo, pero hay una miríada de posibles fallos técnicos esperando a estropearles la experiencia. Nah, salgan de viaje, en el riesgo está la gracia.

Ahora sí: Amor y odio

Hubo un momento, después de arrancar el coche tras cambiarle la rueda pero antes de que saltara el chivato con la nueva avería, en el que pensé que estaba en uno de esos “momentos perfectos”. Esperando en un semáforo, con Pink Floyd reproduciéndose en el equipo del coche, con el resfriado sin haberse manifestado en su totalidad y un día con buen tiempo: la sensación de que todo iba a ir bien me embriagaba como un aura celestial proyectándose desde el cielo. Entonces vi el mensaje del ordenador de a bordo y odié a toda la humanidad, deseando que un monstruo lovecraftiano devorara las almas de todos aquellos relacionados con la invención del desplazamiento sobre cuatro ruedas motorizadas.

Tal que así


Como ustedes ya sabrán, es moneda de cambio habitual entre muchos bitácoras dedicados al mundo del motor el enumerar las fases por las que pasa un conductor a lo largo de su vida como propietario de un coche: que si la ilusión inicial con ese mimo casi infantil a la hora de cuidarlo que raya en la enfermedad, que si los primeros disgustos, que si uno acaba por despreciarlo porque te falla cuando menos te lo esperas y el cariño cargado de recuerdos que se le tiene segundos antes de cambiarlo por uno nuevo.

Todo eso está muy bien, y a servidor le gustan tanto los coches como para usarlos como motivo inicial (aunque obviamente, no único) de este blog, pero a pesar de ello, uno tiene que tener en cuenta que los coches sirven, básica y principalmente, para llevarnos de A hasta B. O de llevar mucho equipaje de R a Z, la cuestión es que si va hacía delante, hacía detrás y a los lados, cualquier coche es “bueno”. Y si no fuera así, Dacia y Tata no tendrían negocio. En este entrada ya hemos visto que los inteligentes sistemas de seguridad de otras marcas pueden ser muy molestos, por mucho que nos ayuden a circular cuando funcionen correctamente. La cuestión es si nos gusta más un coche que circule en base exclusivamente a nuestra pericia al volante o uno con “ayuda adicional” a la hora de conducir, corriendo el riesgo de que una avería en ese sistema nos deje sin poder avanzar.

Un niño tonto

Existe una famosa frase sobre el hecho de tener un coche que resulta despreciable incluso dentro del siempre permisivo contexto de “comentario de bar”. La frase es “tener un coche es como tener un niño tonto”. El sentido del comentario implica que ser propietario de cuatro ruedas equivale a los continuos gastos y disgustos que dan el ser padre de un hijo con algún tipo de minusvalía, claro, porque los niños “normales” no dan ningún problema, ¿verdad? En fin...

No en vano, en una revista de prensa social (nótese el eufemismo), se realiza (o se solía realizar, hace ya tiempo que no la ojeo por motivos estrictamente profesionales), una encuesta a algún famoso – término relativo -, en la que se les preguntaba “¿Qué es lo mas caro que te has comprado después de tu casa y tu coche?” Esa es la cuestión, el coche es probablemente la inversión mas cara que realizamos en nuestra vida y hasta podríamos vivir en él si las cosas se nos torcieran mucho...

La sangría viene por diversas brechas en nuestra economía: impuestos de circulación, el seguro, las revisiones, las inspecciones técnicas, las reparaciones de la chapa tras el ataque de alguna columna malvada, los peajes... Buena parte de todos esos gastos (hay quien diría que todos) están justificados por todos este siglo y pico que llevamos de circulación motorizada, porque las responsabilidades sociales o incluso jurídicas que se derivan de los accidentes de circulación no son ninguna tontería.

Por eso, no existe muchas sensaciones que se puedan equiparar a la primera vez que te pones al volante de tu primer coche y te preparas a enfilar una carretera vacía mientras cae la noche, salvo cuando te das cuenta de que tienes que echar gasolina y empiezas a darte cuenta de que el sacarte el carné es la parte mas barata de esto de conducir. Glups.

A pesar de esto, y dándome igual el tipo de acepción, me encanta conducir, me encanta no tener que correr a lo largo de un puente (de TODO un puente, literalmente, y no me refiero a un puente de vacaciones como el del Pilar) para atrapar un autobús que me va a dejar en un pueblo para dar clases y tener que esperar en una parada durante lo mas crudo del invierno para la vuelta. Otra cosa no, pero la independencia que te da un turismo es algo que para los que prácticamente hemos sido accionistas de las empresas de transporte público – exagerando en aras del humor – resulta, incluso después de tantos años de carné, refrescante.

Probablemente, mi señor padre y yo financiamos este coche entero


Como muestra, otro botón: hace unos días tenía que ir, por motivos laborales, a un centro cívico cuya existencia ignoraba, me encantó tener que internarme en otro (sí, otro) polígono industrial para desayunar, en cuya cafetería había una mesa de billar. Al igual que a Roger Waters (su estudio de grabación se llama “La habitación del billar” – las grandes mentes piensan igual, motherfucker -), en cuanto un espacio tiene un tapete verduzco, bolas y unos tacos, gana muchos puntos de simpatía en mi ranking particular. Aunque servidor sea tan tóxico jugando como Ronaldo a la hora de seguir una dieta, me encanta este deporte que tendría que considerarse olímpico a la voz de YA. A lo que iba: si hubiera cogido el autobús, me hubiera dejado en la mismísima puerta del centro cívico y me hubiera tomado la tostada en el bar Juancojone ™, lo cual sirve como testimonio de lo bien que funcionan las redes de transporte urbano en Sevilla. Pero al tener que partirme la cabeza para aparcar, encontré un sitio mucho mas simpático. Y les voy a revelar uno de esos grandes secretos de la vida que son gratuitos: en los polígonos industriales es donde mejor se desayuna.

Siguiendo con los símiles de grandes de la música, Steven Wilson, genial compositor e ideólogo del progresivo actual (aunque a veces resulte un poco cargante), admite en el documental sobre su primer disco en solitario, “Insurgentes” que aunque en sus temas incluya muchas referencias al sistema ferroviario – incluso Porcupine Tree tiene una canción que se llama “Trenes”, tal cual -, lo más lógico para él estos días, es subirse en el coche e ir a donde tenga que ir. Digo esto porque yo también estoy enamorado del supuesto romanticismo que tiene ver cómo cambia el paisaje durante un largo trayecto sobre los “caminos de hierro”. Si hasta me he ido a Barcelona en coche-cama, la culpa de todo es de Phil Collins...

Por supuesto, no nos engañemos, el coche también tiene su dependencia, en parte culpa de la forma en que están estructuradas las ciudades hoy en día, esos polígonos industriales que tanto menciono no están precisamente a mano y las alternativas para llegar a ellos, muchas veces no están tan bien preparadas como el acceso a un Centro Cívico. Salvo que uno esté dispuesto a atravesar un paso a nivel a según qué horas...

Otra cosa que me encanta es andar, algo que la gente que me conoces señala como una rareza, quizás porque ando MUCHO (y aquí no estoy exagerando en aras de la risa) y si puedo hacer un camino de 6 Km sin recurrir al coche, lo hago, porque a veces no tengo ganas de descubrir nuevos bares con mesa de billar incorporada. Igualmente, puedo pasar días sin coger el coche, sin sentir ningún síndrome de abstinencia especialmente cruento.

En parte, eso se debe a ese odio que le cojo al coche a los pocos minutos de estar circulando, con esa indignación por la torpeza de los otros conductores que solo puede comprender otro piloto que opina lo mismo de mis formas al volante. Porque los conductores somos así, tajantes con los errores ajenos y permisivos con los propios. Como un niño pequeño, como un Gollum.



Posdata: Salvo que las cosas cambien mucho, y viendo que sin las limitaciones de una publicación en prensa escrita soy incapaz de escribir nada que baje de las 5 páginas en A4, fuente tamaño 12 del OpenOffice, las otras cosas a las que me dedico me hacen bajar el ritmo de entradas al blog a una por semana... que de todas formas es la periodicidad que estábamos alcanzando. Avisados quedan.

miércoles, 3 de octubre de 2012

LOS LUGARTENIENTES MALVADOS EN LAS SERIES DE ANIMACIÓN BASADAS EN FIGURAS ARTICULADAS DE LOS OCHENTA: DESTRO, STARSCREAM O EVIL -LYNN: UN ARTÍCULO FREAK

De lo que estamos hablando...


Hoy el blog se pliega sobre su propio friquismo en una pirueta sin red sobre las estalactitas de la vergüenza, propia y ajena. Orgullosamente.

Tengan en cuenta una cosa: la base de esta entrada es un comentario que me realizó un amigo sobre este mismo tema en otro blog, pero como no he sido capaz de encontrar dicho articulo, he decidido realizar mi propia versión de los hechos, porque yo lo valgo. Aunque si el hecho de plagiar otro bitácora no fuera lo bastante malo, encima se centra en uno de los temas mas queridos por los foreros, bloggers y post-humoristas: ¡los ochenta! Sí amigos, la década del Equipo A, McGyver y V. Dentro de nada me pondré a hacer chistes privados sobre lo difícil que es programar un vídeo. VHS o Betamax, quiero decir.

Por supuesto, como suele ser habitual, el punto de partida / central, no es más que una excusa para desarrollar otro montón de temas paralelos, así que mientras se retrotraen lentamente a los bocatas de Nocilla, los Phoskitos, o a Barrio Sésamo, déjenme explicarles los orígenes de los seres malvados cuyos nombres encabezan esta entrada.

Muñequitos violentos

Hoy en día, y desde hace muchos años, existe un debate mas bien vacuo sobre la violencia y los menores. Mas concretamente, de la violencia y los videojuegos, o los videojuegos y los menores, o el cine y la violencia, o el batir de las alas de una mariposa en Taiwan que provocan la muerte de una oruga en Plutón.

Por algún extraño motivo, la exposición de los menores al lenguaje soez, la sangre, y otros elementos de la vida real ha sido siempre un elemento de preocupación para padres o tutores con demasiado tiempo para sumar dos y dos, pero también con la capacidad de obtener casi siempre cinco coma tres periódico. Cuidado, no es que aquí aboguemos porque los niños se pongan a ver tetas y disparos a quemarropa desde la cuna, sino que se respeten las edades recomendadas para según qué obra, que para algo pedagogos y otros expertos se devanan las neuronas para ajustar sus clasificaciones.

De igual forma, estamos de acuerdo con la “tolerancia cero” a que los niños se pongan delante de una pantalla durante sus dos primeros años de vida, aunque eso les quite dos años de leer las glorias de este blog al que probablemente quedarán enganchados de por vida... o no. Y no me importa que no sepan leer, que por lo menos en este artículo hay fotos de muñecos... necesito público desesperadamente.

Como es normal, lo que los padres y tutores desean es que los niños vivan libres de traumas y problemas: sin acoso escolar, cicatrices por hacer el gorila en el patio de la escuela o depresión post-vacacional. Hasta donde yo llego a entender, probablemente los niños quieran lo mismo, aunque su terminología sea un poco mas cruda a la hora de describir lo que les sucede. Y supongo que a los adultos nos gustaría vivir sin mobbing, accidentes de tráfico o hipotecas estranguladoras.

Ergo, todos queremos cosas que son muy difíciles de conseguir, pero lo que parece quitar una piedra en el camino para los padres es prohibir el acceso de los menores a todo contenido violento, erótico-festivo o incluso pagano. Esto no me parece mal, cada padre tiene derecho a criar a sus hijos como desee, y evitar exponerlos a imágenes que los puedan traumatizar es una opción tan buena como cualquier otra. Un ejemplo de lo que se puede conseguir con esta actitud es que en grandes cadenas de comercio como Media-Markt, las películas clasificadas X tengan la portada cubierta, avisando únicamente de que, quien compre esa caja, se está llevando contenido para adultos. Teniendo en cuenta el diseño gráfico de algunos DVDs del género,es una medida que beneficia no solo a los menores, sino a buena parte de la humanidad.

Pero, como con casi todas las formas de censura (sin utilizarla como término peyorativo): ¿donde se pone el límite? ¿Qué pasa con las también escabrosas fotos que a veces adornan los films de terror? ¿Y los peligrosos escotes que anuncian mucha mas picardía (parezco sacado de un NO-DO) en largometrajes de corte “loca comedia juvenil americana”? Pues lo dicho, clasificación por edades y rezar porque los niños no se fijen.

Y ustedes dirán: "no es el padrino, pero...."


El problema con lo pornográfico y lo violento es que si está ahí fuera, alguien encontrará la forma de conseguirlo. Como muestra un botón: en la papelería cercana a mi instituto, - les hablo e mediados de los 90 - se vendían también revistas pornográficas. ¿Las podíamos comprar? No, pero tampoco era tan difícil que un día cualquiera, mientras los demás comprábamos chucherías, alguien robara un ejemplar de esas publicaciones. Y después fuera pasando entre los que habían ayudado en este peligroso crimen, merecedor de pena capital.

Igualmente, con Internet la cosa se ha complicado exponencialmente para los padres, ya que con una búsqueda en Google, cualquiera puede acceder a una buena cantidad de contenido para adultos. Y una buena cantidad de virus que se manifiestan como ventanas-anuncio imposibles de cerrar en las que te explican las bondades del Viagra (¿¿¿¿¿?????)

Estampa habitual


Finalmente, al igual que el alcohol, las drogas o el juego (por incluir una tercera posibilidad), los contenidos para mayores de 18 años están ahí fuera y eliminarlos no tiene mucho sentido porque hay gente que los demanda, muchos mayores de 18 años, por ejemplo. Tampoco podemos estar todo el día viendo “Sonrisas y Lagrimas”. Y ni siquiera eso tiene mucho sentido, porque hay nazis, monjas de moral raruna y un señor viudo.

Ahora bien, y a esto es a lo que quería llegar con esta parte: ¿Qué sucede con el material que se supone es para niños?

Hasbro y Mattel, dos compañías jugueteras estadounidenses, entendieron que al público infantil se les podía vender otra cosa, aparte de sets de química o juegos de mesa. Se les podían vender muñecos para que lucharan entre si. ¿Qué gracia tiene esto? Pues mucha, otra cosa no, pero ver violencia puede tener un efecto catártico sobre la gente, de la edad que sea. Pero la cuestión que se plantean no pocos es si ese efecto catártico no impulsa también su uso en la vida real.

La de casas que han explotado por hacer el tonto con esto... o no


Esto tiene sentido si nos atenemos al “aprendizaje vicario”, es decir, imitar una rutina o adoptar un hábito tras contemplarlo repetidamente. Siguiendo esa lógica, si vemos mucha violencia en la televisión, leemos cómics en los que la gente se dispara y golpea, o jugamos con figuras articuladas de soldados, lo mas probable es que acabemos siendo aspirantes a expresar nuestra desidia cual miembro de “El Club de la Lucha” (“Fight club”, David Fincher, 1999).

No le falta validez a este argumento, pero se desinfla en cuanto vemos que, teniendo en cuenta la clase de sociedad en la que vivimos, la gente no sale a la calle con un hacha entre las manos para dirimir sus diferencias. Igual que alguien fuma una vez y se pone tan malo que jura no probar el tabaco nunca mas, algunas personas no sienten ningún placer en meterse en tremebundas peleas de bar. Aunque también hay gente que se emborracha, se caga y mea encima, tras lo cual decide que tiene que hacerlo otra vez lo antes posible. Si, hablamos de Eric Clapton.

Si quieren mi opinión (y se la voy a dar de todas formas, puesto que este es mi bitácora), creo que lo mejor que puede hacer es observar a sus chavalines y advertirles de que las cosas no son así en la vida real, que los problemas no se solucionan con disparos (bueno, salvo aquellos que tienen que ver con zombies u otra gente de mal vivir) y que muchas de las cosas que ven en las películas de terror son ocurrencias de algún guionista flojo. Salvo cuando un grupo de amiguetes se va de camping y alguien se ausenta, no se sabe nada de él durante un tiempo y cuando vuelve, no parece el mismo. Eso pasa con bastante frecuencia.

Tanto Hasbro como Mattel terminaron con diseños en sus figuras que provocan un arqueamiento de cejas bastante pronunciado, visto con la perspectiva de los años. Aunque buena parte de la información que vamos a dar está diseminada en muchos artículos de blogs nostálgico-freak-ochenteros y en la wikipedia, vamos a intentar dar un repaso somero a las tres líneas que nos ocupan y cuya filosofía, una vez trasladada a las series de animación – y también en sus cómics, pero ya hablaremos de eso mas adelante – han sido el germen de esta entrada.

G.I. JOE

Con lo militar es muy fácil tener una relación ambivalente. Cuando somos pequeños nos impresiona la disciplina, el manejo de las armas y la decisión con la que acometen sus misiones. Cuando crecemos un poco y vemos cosas como “La chaqueta metálica”, nos asquea el lavado de cerebro por el que tienen que pasar los reclutas, las humillaciones y la robotización de la consciencia que los transforman en poco más que cáscaras de gran fortaleza física que cumplen las mas horrendas de las órdenes. Y nos gusta escribir en nuestras carpetas cosas como “¿Te imaginas que hay una guerra y no va nadie?”

Crecemos un poco más y vemos que también existen las misiones de paz, y que, al igual que los romanos en “La vida de Brian”, los militares son los únicos que pueden ir a algún lugar recóndito y abastecerlos de agua, comida y herramientas para crear infraestructuras, sin morir en el intento. O muriendo.

En otras palabras, entendemos que deben existir los ejércitos, pero desearíamos que no fueran necesarios.

En el caso de los Joe, pertenecen a la clase de fuerza militar que mas mola: un comando ultrasecreto , con una base aún más ultrasecreta que combate a un enemigo...¡si! ¡ultrasecreto! ¡Y cuyo principal apoyo es la ciudad de Springfield!

Como el Joker de “El caballero oscuro” (“The Dark Knight”, Cristopher Nolan, 2008), los buenos existen, prácticamente como contrapartida de sus contrarios, ya que su enfrentamiento habitual consiste en derrocar los planes para dominar el mundo de el Comando Cobra. No nos vamos a detener mucho en los buenos, porque, tal y como reza el título de esta entrada, queremos hablar de los “lugartenientes malvados”. Así que expliquemos un par de cosas, que, además se pueden aplicar a las otras series de figuras que vamos a nombrar mas adelante.

El hecho de elegir una serpiente como símbolo del mal es un recurso muy conveniente, ya que hunde sus raíces en la educación cristiana de buena parte de la población mundial. Por si esto no fuera suficiente, las cobras inoculan veneno en la victima cuando la muerden, entonces ¿Cómo de chungo debe ser un comando con ese nombre?

Pues very, very, pero que very chungo. Ahora bien, casi todos los datos que tenemos, tanto de los Joe como de los Cobra vienen de las interesantes fichas que se situaban en el reverso de la caja de cada figura. Por si esto no fuera suficiente, tanto Hasbro como Mattel entendían el concepto de marketing “360 grados”, mucho antes que los popes de la web 2.0. Las figuras no solo se venderían a través de dinámicos anuncios de televisión, sino también a través de series animadas, comics, e incluso...¡largometrajes de estreno en cines!

Del dramatis personae, y por gusto propio, me gustaría destacar a los siguientes:

Ojos de serpiente: El pistolero solitario, el Hogun, el torvo, el Lobezno, el Batman, ¡el ninja! El típico personaje silencioso del que no se sabe casi nada, con la graduación de comandante y capacidad de hacerlo casi todo por su cuenta. Sobra decir que era el favorito de muchos de nosotros cuando eramos pequeños.

Este muñeco mola más que tú, y lo sabes


Sombra: Ojos de serpiente era de los Joe y vestía de negro, Sombra iba de blanco y servia a Cobra. Toma ya contradicción para dejar a los chavales locuelos. El otro ninja de esta historia compartió adiestramiento con Ojos de Serpiente y guardan una serie de enfrentamientos personales del cual nadie tiene demasiada idea salvo el...

Permanente enfadado


Comandante Cobra: El jefe de los malos, resguardado detrás de una capucha o un casco con máscara traslúcida – o suponemos que hecha del mismo material que los ojos del traje de Spiderman, sino uno no comprende que no esté dándose de ostias cada dos por tres cuando se lo pone -, un hombre hecho a si mismo. El responsable de que la ciudad de Springfield haya recobrado la prosperidad – la línea político comercial que utiliza nunca se explica, lástima porque nos vendría muy bien en estos tiempos, o no -, y cuyo principal objetivo es dominar el mundo.

Así se las gasta


Doctor Comecocos: (no creo que hubiese mejores formas de traducir “Doctor Mindbender”, pero es que la adaptación española da a entender que el nombre original podría haber sido “Doctor Pacman”). Palabras mayores, atención, aquí el diseño de la figura tiene mas recursos que un juicio por desfalco: monóculo, bigotón y gabán recortado para dejar ver la musculatura (¿¿¿¿¿???) del personaje. Dentista que ha perdido la cabeza (¿¿¿???x2), vende sus conocimientos para el triunfo de Cobra y es...UN LUGARTENIENTE MALVADO.

Un científico loco prolífico y dentrífico


Destro: El hombre de la mascara de hierro (otro), el auténtico LUGARTENIENTE MALVADO por excelencia. Oculta su rostro por una tradición de la familia, la otra tradición de su clan ha sido siempre vender armas al mejor postor. Profundizarémos en su actitud mas adelante, al igual que con la...

En pose digna


Baronesa Cobra: Mantiene un tenso triángulo amoroso (o algo así) con el Comandante y Destro. Es, obviamente, otra LUGARTENIENTE MALVADA.

¿Siena Miller? No, no me suena...¿debería preocuparme? No, yo tampoco lo creo....


Crimson Guard: Ahh, permitame explayarme porque esta serie de soldados son de traca. Si los Joe molan por su secretismo (aunque en sus operaciones tengan la misma discreción que un globo aeroestático haciendo un aterrizaje forzoso en el Bernabeu), la “Guardía Carmesi” molan, no solo por tener un color tan progresivo. Sino porque su misión principal es la de instalarse en un vecindario normal, mientras se preparan para el día en que Cobra los reclame y hacer alguna de las suyas.

Si el uso de la cobra como imagen del mal era un recurso con fundamentos casi religiosos, el hecho de que cualquier vecino pueda ser miembro de una “guardia de color casi rojo” podría describirse como herencia de la paranoia anti-comunista de los años 50. Si a esto le sumamos el miedo – justificado, según algunas noticias – de que nuestro vecino pueda ser un monstruo sanguinario, entonces tenemos todos los ingredientes para crear al conspirador por excelencia.

Tu colega podría ser uno de ellos


Eso es, precisamente, lo que mas gracia me ha hecho siempre de la ficha de los Crimson, en la cual se afirmaba que, cualquier día, uno se podía encontrar con un uniforme carmesí en el armario de ese tipo tan simpático que vive en el chalé de enfrente. Por qué ibas a mirar en su armario es una cosa que prefiero dejar en el aire. ¿Alguien ha visto “Arlington Road”?

Uno de los capítulos mas – involuntariamente – graciosos a este respecto sucede en la adaptación al cómic de G.I. Joe, en la cual un Crimson Guard muere durante una misión y es sustituido por otro guardia, sustituido de la forma mas literal posible, ya que se instala en la misma casa, con la misma mujer y el mismo hijo del soldado muerto. Aquí es donde nos damos cuenta de que Cobra es una organización realmente terrible y que su departamento de Recursos Humanos es una especie de cruce entre el partido nazi y un comité stalinista. Lo que resulta aún mas epatante es que el “nuevo” padre de familia tiene la misma cara que su predecesor, pero su familia se da cuenta del engaño nada mas verlo, pero en la última viñeta de ese número, el guardia carmesí los introduce en la vivienda, en plan “no os preocupéis, no va a pasar nada, vamos a ser muy felices...”

Miedito.

Finalizando con los Joe, conviene recordar otro capítulo de capital importancia, a pesar de lo ridículo de la propuesta: Comecocos decide que hay que buscar los ADN de algunos de los mejores soldados-estrategas de la historia para crear al ejemplar Cobra definitivo, ¿quizás hubiera sido mejor clonar a alguna figuríta de “Imperio Cobra”? Si su plan no tuviera bastante con dejar “Parque Jurásico” a la altura de un experimento de colegio, la lista de “estrategas” es para mear y no echar gota, ya que se elijen personalidades lo bastante alejadas en el tiempo para no causar preguntas incómodas en los niños, a saber: Atila el Huno, Napoleón Bonaparte y Julio Cesar. Imagínense que hubieran buscado el ADN de Hitler, Franco y Vlad Tepes.

Al blog le queda muy poco para reventar de puro ochenterismo


El resultado final se llama “Serpentor” y, como es de esperar, está como una regadera, lucha a brazo partido con el Comandante Cobra por la supremacía dentro de la organización, como un político durante las primarias de su partido. Dando lugar a que, en cierto punto, el propio Comandante se transforma en un... LUGARTENIENTE MALVADO.

Sí, lo sé, podría haber escogido una imagen mas seria y amenazante, pero...


Transformers

Los robots gigantes molan, sobre todo porque le pueden plantar cara a Godzilla, King Kong o Gamera. En Japón lo saben muy bien, pero cuando se trata de vendérselos a los americanos – y por ende, al resto del mundo – combinarlos con la posible transformación en vehículos con ruedas es ya una solución infalible. Como ustedes ya sabrán, nuestros robots favoritos vienen del planeta Cybertron – donde, nos imaginamos, la gente se saluda con un buenrollista “¿Qué pasa tron”? -, el cual, arrasado por la guerra de los Autobots (los buenos) contra los Decepticons (los malos) es abandonado por ambas fuerzas, las cuales acaban recalando en nuestra tercera roca, contando desde el Sol.

Para pasar desapercibidos (¡¡¡jajajajajajajajaj!!!!!), los Transformers deciden transformarse en objetos propios de nuestro planeta... o eso dicen en la película de Michael Bay, porque ya me dirán ustedes lo discreto que es el caza en el que se transforma nuestro inefable Starscream... Realmente, la motivación por la cual estos mechas cambian su forma a la de un trailer, un escarabajo - ¿ven? ¡el blog sigue justificando su nombre! - o a un radiocassette importa poco, lo que hay que destacar es con los muñecos, los niños podían jugar a que los robots se daban hasta en el cielo de la boca, pero que a los cinco segundos (o lo que se tardase en “transformarlos”) podrían estar haciendo carreras de coches.

En el caso de los robots solo me voy a detener en tres personajes principales para explicar la dinámica de lo que viene después:

Optimus Prime: No confundir con “primus inter pares”, porque Optimus no tiene nada de “primero entre los iguales”, sino que es el jefe supremo de los Autobots, sus colores son el blanco, azul y rojo – bandera USA – y es el que se transforma, como ya hemos dejado caer antes, en un camión de esos que podría haber trasladado a Kit en cualquier capitulo de “El coche fantástico” - y ahora cruzo referencias ochenteras ¡qué virtuosismo! - una de las máximas señales del americano trabajador medio que transporta mercancías vitales a través de los desiertos de Colorado. O algo así. Es bueno, justo y nunca se equivoca. Es decir, cero carisma.

"¡Yo también tengo un lado oscuro"! Parece querer decír


Megatron: El tron que parte la pana entre los Decepticons, que para algo es Mega, como la consola de Sonic. Al igual que el Comandante Cobra, su misión en la vida es dominar el mundo. Ahora bien: ¿Qué mundo? ¿Cybertron? ¿La Tierra? ¿Krypton? Dependiendo de la fuente consultada – film, comic, serie animada – uno puede sacar sus propias conclusiones. Puede que quiera aprovechar los recursos de la tierra para volver a Cybertron, o puede que Cybertron ya no exista y quiera dominarnos a nosotros y así aprovechar los recursos de la tierra. O puede que a base de utilizar los recursos de Kryton, éste reventara, y por eso ahora quiere gastar los nuestros. Esto último probablemente no se corresponda con ninguna versión de la historia Transfomer.

Loser, pero digno


Starscream: El segundo de a bordo de los Decepticons, cuya principal misión es... dar por saco a Megatron. Ya ampliaremos su vida y obra en los párrafos referidos a la actitud general de los LUGARTENIENTES MALVADOS.

Encantado de apuñalarte por la espalda


Interludio: ROM

Antes de proseguir con la siguiente linea de muñecos, no puedo dejar de mencionar a un personaje que sirvió como complemento del comic, en su versión española, de los Transformers. Un “complemento” era una serie que no se consideraba con suficiente tirón individual como para lanzarla por su cuenta, y como los tebeos que se editaban aquí tenían 36 páginas – en contraste de las 24 que tenían en su edición americana original – servía como “relleno” en otra serie con mas ventas, o puede que para impulsar las mismas. Caso paradigmatico fue el de “La Masa / El increible Hulk” que durante una época sirvió de complemento para los superhéroes de Canadá, Alpha Flight.

Asimismo, Rom también era originalmente un muñeco, pero la línea argumental que se desarrolló para el mundo viñeteado era más trágica que la suma de Candy Candy, Love Story y el final de David el gnomo: La raza de “Los fantasmas”, ataca el planeta Galador – donde suponemos, manda Jose Luís Moreno – y diezma la población. Se les derrota pero huyen por un error de Rom, nuestro protagonista decide pasar su consciencia a un cuerpo Cyborg, dejando su “cascara humana” en animación suspendida hasta que regrese y poder ser humano (galardoniano) de nuevo, una vez que haya librado al universo de la amenaza de estas impías criaturas.

Sí, el dibujo es muy dramático, heroico y tal, pero en el fondo es un pupas y un llorica


Rom acaba, como no podía ser de otra manera, en suelo terráqueo, donde la lía parda nada mas llegar, ya que los fantasmas se han camuflado en nuestro planeta como seres humanos. El héroe cyborg hace pasar a muchas familias por el trauma de descubrir que algunos de sus miembros han sido suplantados por fantasmas espaciales, aunque no todo el mundo se le convence con la misma seguridad y ven en Rom un asesino. Al igual que los “Crimson guard”, el miedo a que cualquiera pueda ser un monstruo camuflado se podría ver como un resquemor de la paranoia anti-comunista, aunque teniendo en cuenta el rollo extraterrestre se podría enlazar aquí con el del argumento de la clásica “La invasión de los ultracuerpos”. (“Invasion of body snatchers”, Don Siegel, 1956)

La concatenación de catastróficas desdichas no se hace esperar, Rom ve cómo la gente es raptada por sus enemigos, los cuales eligen cada vez a víctimas más y más grimosas. Entre ellas un pobre niño cuyo secuestro y desaparición provoca tal ira en el héroe que en vez de mandarlos a la dimensión del Limbo – como solía hacer con su arma “El neutralizador” - decide matar a sus contrincantes... ¡a menos desnudas!

No solo eso, la que era su chica en Galador y que también optó por transformarse en cyborg justiciero, “Starshine”, muere en la tierra tras seguir la pista de su amado. Brandy Clark, humana que ha caído ante los encantos del caballero espacial (¿¿¿¿¿¿?????x10), se fusiona con el espiritu de “Starshine” tras visitar su tumba (dejen de reírse, coño, que esto es trágico) y se transforma en otro cyborg peleón.

Desconocemos si los guionistas de la serie disfrutaban de estos giros a lo Corín Tellado, o si la madre de Rom decidió pasar por debajo de una escalera mientras rompía un espejo con el tacón y con la otra pierna le pisaba la cola a un gato negro. La cuestión es que el Galardoniano pasa de penuria en penuria hasta su victoria final, volviendo a su planeta y dejando a Brandy a su suerte en el nuestro. Mediante ese deus ex machina que fue el personaje del Todopoderoso (nunca mejor dicho), la ex-guerrera consigue ir a Galador, suponemos que coge un rodillo de cocina, le canta las cuarenta a su... ¿ex? Y viven felices... mas o menos.

No podía dejar de mencionar a Rom porque su colección era el típico serial desesperante, ya que si Spiderman o el Capitán América podían en cualquier momento enfrentarse a cualquier cosa y sus aventuras impresas solo podían verse detenidas por escasas ventas, el de Galador solo debía – y podía – enfrentarse a sus fantasmas, aunque de vez en cuando aparecieran algunos personajes del universo Marvel – que prácticamente monopolizó las adaptaciones comiqueras de muñecos -, su objetivo final era el que era. Y uno no podía más que rezar porque fuera pronto, porque la cuenta de cadáveres, tristezas y melancolía agotaba la paciencia de cualquier aficionado.

Fin del interludio

He-man y los Masters del Universo

Famosa es la anécdota de que, originalmente, “He-man and the masters of the universe” iba a ser una línea de figuras basada en el universo de “Conan el bárbaro”, pero que en cierto punto, los de Mattel se dieron cuenta de que el cimmeriano era un poco putero y un poco asesino sin escrúpulos, así que se decidieron por un registro un poco más aseado. Aunque Roger Sweet - máximo responsable del diseño de estas figuras - dejó esa historia como una mera leyenda urbana, sobre todo después del éxito de la adaptación cinematográfica de John Milius, lo cierto es que tuvo que admitir que las imágenes del gigantesco Frank Franzetta sobre las historias de Ron E. Howard habían sido una fuerte influencia para crear al héroe de Greyskull.

Esto resulta aún mas interesante si tenemos en cuenta que el film dirigido por Ralph Bakshi, “Tigra, hielo y fuego” (Fire and Ice, 1983), a mayor gloria de los diseños de Franzetta, presentaba a un héroe principal cuyo aspecto no distaba mucho del creado por Mattel.



De todos los muñecos de los que aquí hablo, la línea de los Masters era la que me tenía mas encandilado, de la que poseía mas ejemplares (sobre todo teniendo en cuenta que nunca tuve un Transformer) e incluso me apunté al club, con carnet y todo, que organizaba su distribuidora. Ahora resulta un poco triste recordar que con mis 875 pesetas se pagase el sueldo del pobre maquetador de la revista y la impresión de un plastiquito rectangular con mi nombre, con el logo de los Masters encima, claro.

No es mi formulario, pero yo también rellené uno de estos...


Y todavía tengo los comics editados por Zinco, qué dolor.



En fin, el argumento de “Los amos/maestros del universo” es un poco raro: Estamos en el planeta Eternia – nombre también de una discoteca en Isla Cristina de aciago recuerdo, cualquier día les explico... -, en el que la más alta tecnología, los hechizos y la lucha a espada conviven alegremente. El rey tiene un hijo, llamado Adam, al cual todos tienen por un mentecato cobarde, lo cual no deja de ser irónico porque tiene toda la cara del aguerrido campeón del reino, yes, He-man, el-hombre. O los Eternios tienen mas problemas de vista que el habitante medio de Metropolis – Clark Kent por lo menos tenía gafas cuando no era Superman – o algo pasa cuando, ya se habrán supuesto, el apocado Adam coge su espada, dice aquello de “¡Por el poder de Greyskull, yo tengo el podeeeeeer!” y se transforma en He-man. Lo mismo es que la magia produce algún tipo de cambio a los ojos de sus compatriotas, imperceptible para nuestra visión humana. No sé, ¿He-man es un poco mas moreno de piel y no lleva unas ajustadisimas mallas?

El modernizado y aún completamente heterosexual Príncipe Adam


La misión principal de nuestro héroe es defender los secretos del castillo de Greyskull frente los envites de Skeletor, el malo de la historia. Que el malo tenga una calavera por rostro mientras el resto del cuerpo está musculado produce interrogantes, pero aún más produce el hecho de que el castillo del cual extrae su fuerza el héroe tenga una canina monstruosa en toda la puerta. Ahora bien, el malo también tiene su propio castillo, con, sí amigos, una serpiente incluida. Así es él.

Insisto, el trasfondo de esta historia se puede hallar fácilmente en la wikipedia, y como ya hemos hablado de dos protagonistas, hablemos ahora de un par de secundarios:

Evil-Lyn: La mujer con el mal dentro (¿¿¿energía negativa???), la LUGARTENIENTE MALVADA de Skeletor, con quien, de nuevo, mantiene una relación que no se acaba de entender. El de la canina parece mantener una actitud de “¡ay! ¡el día que te pille, jamona!”, con ella, mientras que nuestra bruja particular parece la típica empleada que le ríe sus gracias al jefe hasta que llega el momento de pegarle un codazo y ocupar ella el sillón.

¿A punto de echar a volar?


Hordak: Skeletor no se lo debía de creer mucho, cuando, después de diversos enfrentamientos con He-man, se añadió a la ecuación su antiguo maestro. Porque al señor de la calavera, cuando le crecen los enanos, lo hacen a base de bien, y el caballero que le enseñó todo lo que sabe, acompañado de su horda – unas criaturas de aspecto aún mas bestial que los enemigos habituales de Eternia – decide que ya está bien de que el monopolio del mal lo ocupe el antiguo empollón de la clase. Como tener un LUGARTENIENTE MALVADO, pero que encima no pertenece a tu organización y se puede permitir ínfulas de jefecíllo.

¿Así que los apuntes se los comió tu pantera?


Comics, series de TV y películas... ¡el mundo es nuestro!

Todo el trasfondo de estos muñecos viene, no solo de las descripciones impresas en el reverso de sus propias cajas, sino de los mini-comics que acompañaban, por ejemplo, a las figuras de los “Masters del Universo”. Pero como esto no parecía saciar las ansias de dominación de Hasbro y Mattel, se decidieron a expandir sus universos por todos los medios a su alcance.

Como dijimos antes, en los ochenta no existían ni Facebooks, ni vídeos virales para youtube ni listas de correo – si, si, incluso hubo una época en la que los móviles solo existían en los coches de altos ejecutivos -, así que la industria juguetera tenía que recurrir a medios mas caros para completar la promoción de sus productos. Como recordarán del nombre de este articulo - ¿se acuerdan? -, es de hecho la actitud de los LUGARTENIENTES MALVADOS en la versión televisiva, lo que motivó esta entrada en el blog. A ello pasaremos en breve, pero antes, unas pequeñas aclaraciones.



Sin olvidar que el espíritu de todo esto era publicitar muñecos, la ficción creada alrededor de estos productos consiguió – en ocasiones contadas, eso sí – alcanzar unas interesantes cotas de mérito artístico. Empezando por lo peor, yo diría que los cómics editados por Zinco (pero creados en la factoría Marvel), aprovechando la licencia de los Masters, eran un poco horribles. Rara vez unos guiones se han afanado tan poco en ocultar que su motivación era presentar nuevas figuras, aunque de vez en cuando se permitían el lujo de meter personajes que no tenían equivalente en las jugueterías, y es ahí dónde la cosa ganaba enteros.

El dibujo tampoco rayaba un gran nivel, y la sensación de ser un catálogo se confirmaba con la oscura foto de los nuevos muñecos lanzados que decoraba la contraportada de la edición española. La serie de animación, por otro lado, a mi me tenía loco cuando era pequeño, más por la calidad de los movimientos que por las tramas. Éstas, no nos engañemos, giraban en torno a los típicos consejos para la vida que algún personaje de la serie te transmitía al final de cada capítulo, cargándose la cuarta pared en el proceso. Ya saben: “Niños, no mintáis, robar está mal y manteneos alejados de las malas compañías”. Como muy bien apuntan en viruete.com, el doblaje de las cintas que se podían adquirir en videoclubs con los capítulos (dos por cinta), era castellano español, pero cuando las cadenas privadas decidieron adquirir los derechos de emisión optaron por el doblaje “neutro” que aparece en toda su gloria en muchas producciones clásicas de Disney. Éste se realizaba con un acento entre el argentino y el dominicano, lo que permitía abaratar los costes, ya que se consideraba lo bastante comprensible como para exportarlo a todos los países de habla hispana. Por eso La bella Durmiente siempre cantaba tan raro aquello del príncipe azul...



La serie de He-man pertenecía al tandem Mattel-Filmation, que también produjo la serie dedicada a la prima del héroe eternio: “She-ra, princess of power”. Lo de crear una heroína pariente de un personaje masculino fuerte ha sido una ocurrencia muy habitual en esto del imaginario freak: Hulka era la prima de Bruce Banner, al igual que Supergirl lo era de Kal-el. En fin, a She-ra le caería el marrón de tener a Hordak como archienemigo (por lo menos en la versión animada) mientras que Filmation se descolgaría con otra serie de factura musical pero sin la base de una línea juguetera: “Jem y los hologramas”, con la intención de embaucar a la emergente audiencia juvenil de la MTV. Cuando la MTV emitía música, ¿se acuerdan?



Al igual que con el resto de las series, (y con esto incluyo G.I. Joe y Transformers) yo esto me lo tragaba religiosamente.



Terminando con las aventuras fílmicas de He-man, fueron los únicos muñecos cuya primera aventura en el largometraje no era animada, sino que se rodó una película de verdad... por decirlo de algún modo.

No me voy a detener mucho en la producción de Cannon, más que nada porque en Internet hay una ingente cantidad de literatura, videocomentarios y parodias que explotan lo absurdo de la trama, los múltiples agujeros en el guión y la cutrez generalizada. Y sí, la protagoniza Dolph Lundgren, y también sale Courteney Cox. Solo puedo decir que cuando la vi en su día, me emocioné con el final y me sigue haciendo gracia el plano sorpresa de Skeletor diciendo “¡volveré!” Solo comparable con el de otra producción masivamente catastrófica: “Flash Gordon”. El equivalente actual es que salga Nick Furia y reclute a un personaje para Los Vengadores.

Desde luego, esta NO es "El padrino"


Tanto Transformers como G.I Joe corrieron una suerte un poco mejor con los tebeos, ya que Marvel decidió asimilarlos – tangencialmente, al menos – dentro de su continuidad y universo. Eso provocó algunas apariciones estelares de gente como Spiderman, pero la verdad es que el nivel de los argumentos era irregular. A veces parecía que los personajes evolucionaban, pero era difícil que Optimus Prime dejara de ser el líder inmaculado o que Megatron olvidase su modus operandi habitual de “¡estoy muy loco!”

Los Joe, quizás por tratarse de “humanos”, y no robots extraterrestres, se permitieron un trasfondo mas elaborado, con motivaciones explicadas de forma mas detenida. En este sentido era chocante el primer ejemplar, en el que una pacifista que prácticamente deseaba erradicar los comandos como el propio G.I., era rescatada de las garras de Cobra por los buenos, pero aún así no cambiaba una coma de su discurso.



En el caso de los films, los de Cybertron tuvieron la suerte de ver su largometraje animado en las pantallas de los cines. Esta primera incursión de los Transformers en el celuloide es famosa por varios motivos, por un lado Optimus Prime muere en los primeros compases de la trama (¿he oido un “¡por fin!” al fondo del aula?), por otro Eric Idle de los Monty Python presta su voz, al igual que Leonard “Spock” Nimoy y Orson Welles, en su última participación cinematográfica, como el devorador de planteas Galactus, digooooo Unicron.

La escasa repercusión en taquilla de este film devino en que los Joe tuvieron que conformarse con que su aventura en el cine se redujera a una cosa “directa a vídeo/TV”. Sin llegar a las cotas de dramatismo de los Transformers, había suficientes momentos de tensión para entretener al fan medio.

Por supuesto, Michael Bay y Stephen Sommers, han dirigido sendas adaptaciones al lenguaje superproducción de estas franquicias, con dispares resultados. Bay consiguió inocular un bienvenido espíritu “spielbergeniano” a la primera película, por mucho que eso implicase infrautilizar a John Turturro. Lamentablemente, el director – o la huelga de guionistas – decidió que para la secuela, todo se volviera terriblemente estúpido, con lo que a servidor se le quitaron las ganas de ver la tercera y la cuarta (si se llega a estrenar).

En lo referente a la obra de Sommers, no fueron pocos los que alzaron su voz en protesta por masacrar la “mitología G.I. Joe”. Ésta es una actitud muy habitual cuando se adapta algo – libro, cómic, serie de televisión – con un fandom radicalmente acerrimo. Es decir, cualquier cosa, porque hoy en día todo es reivindicable en aras de los kistch y lo vintage. Por regla general, ni las historias de los Joe, los Masters o los Transformers eran de una elaboración exquisita, de lo que se trata es de echar de menos las sensaciones asociadas con leer/ver aquellas tramas cuando eras un moco que no levantaba un palmo del suelo. Por esta razón, por mucho que las superproducciones de Hollywood consiguiesen respetar el “espíritu original” de las series, siempre perderían por comparación. Así que aunque la nueva de los Joe – con Bruce Willis – resulte una cosa monumental como “El caballero oscuro” de Nolan (poco probable), seguirá habiendo gente protestando porque “se han cargado mi infancia”.

Y ahora sí...

LUGARTENIENTES MALVADOS ( y ahora voy y lo despacho en cinco líneas)

En el post del que me habló mi amigo, al cual hay que echarle la culpa de esta entrada ÉPICA, la gracia residía en que tanto los Decepticons, como Cobra y la pandilla de Skeletor eran organizaciones en las cuales todo el mundo se dedicaba a ponerse zancadillas de forma interna, con lo cual, todo esquema, todo plan diseñado para vencer a los buenos acababa en completo desastre.

La dinámica habitual era la siguiente: el jefe de los malos propone un plan, el cual avanza hasta poner en aprietos a sus contrarios, a veces incluyendo algún tipo de dilema moral para alguno de ellos – el caso de Orko en los Masters es de manual – porque la estratagema funciona en base a algún error (desconfianza, confiar demasiado, torpeza...) de los buenos. Cuando parece que la victoria del mal es ineludible, la ambición o la estupidez del número dos consigue fastidiar el plan a última hora, y los buenos vencen. De nuevo.

- Tengo un hechizo para que por una vez le puedas partir la cara a Skeletor en cámara
- Mmm. mejor déjalo...


Salvo en el caso de los Transformers, en las series animadas todo esto se conseguía sin que nadie se golpeara de una forma especialmente violenta, solucionándose casi todo con forcegeos un tanto ridículos, rayos que salían de las espadas y vehículos que explotan cuando todo el mundo ya ha saltado de ellos. Todo esto producía una sensación muy extraña, como de una violencia que no acababa de explotar, por eso no es extraño que cuando vimos algunos animes en los cuales los puñetazos, patadas y sangre se podían mostrar sin tapujos, nos quedamos embelesados, tal fue el caso de “Bola de Dragón”.

Aquí hay mas sangre que en todas las series generadas por Mattel y Hasbro juntas


La cuestión básica de este artículo (aunque no lo parezca) es preguntarse, ¿por qué los segundos de a bordo de los malos eran tan ineptos para la victoria o tan eficaces a la hora de aguarle la fiesta a sus superiores? ¿Habría un mensaje detrás de todo esto?

Ni siquiera una industria a la que se le supone cierta inocencia como la dedicada a los juguetes se libra de cuidar mucho cada paso que da. Tanto Hasbro como Mattel eran ya grandes corporaciones en los 80 y no se podían permitir el lujo de equivocarse, ni siquiera cuando ya estaban cabalgando en la cresta del éxito. A fin de cuentas, Mattel poseía los derechos de Barbie, con la cual habían conseguido traumatizar a niñas de todo el mundo con la figura imposible de una rubia delgada con grandes pechos, así que sus personajes tenían que trazar unas líneas de conducta que pudieran ser imitables... hasta cierto punto.

He-Man, por ejemplo, es un paradigma del estilo, rubio de cejas oscuras y musculado, un fiel reflejo del héroe de acción muy de moda en la época, como Stallone o Chuache. Pero sin ninguna de las fisuras morales de los personajes que interpretaban, el hecho de que el principe Adam oculte su poderoso alter ego nos dice que todos podemos ser un héroe, y cuando Orko mete la pata pero a última hora consigue colaborar en la derrota de Skeletor, se nos dice que incluso el más poderoso necesita ayuda de unas manos pequeñas de vez en cuando.

Skeletor y Evil-Lyn, por su parte, muestran una relación en la cual se reconocen su objetivo común: el poder. Aunque nunca tenemos especialmente claro qué significa eso. La escasa vestimenta de Skeletor nos permite observar una musculatura tan exultante como la de campeón eternio – el por qué se dejaba ver tanta carne de los personajes masculinos es para pensárselo -, pero en lugar de una “noble” espada, el hombre del rostro cadavérico utiliza un báculo con la cabeza de un macho cabrio en un extremo. Si, damas y caballeros ¡satanismo en los Masters del Universo!



Tanto Evil-Lyn como Teela – su equivalente femenino en el bando de los buenos, y supuesto objetivo amoroso del héroe - son mujeres diseñadas en base al estereotipo de una “Barbie guerrera”, si bien en el caso de Lyn, el referente principal de su diseño parece ser la madrastra de Blancanieves: hermosa pero cruel y mortífera. Nunca se fía demasiado de Skeletor y más de una vez parece que tiene planes secundarios para derrocarlo en cuanto obtenga la victoria, que obviamente nunca llega. En la adaptación de imagen real, la relación extrañamente sádica de Skeletor – inconmensurable el histrionismo de Frank Langella – con su subordinada queda un poco más expuesta, mientras se dedica a burlarse de la hechicera de Greyskull, quien, por cierto, se supone es la madre de Teela, cuyo progenitor es el fiel escudero de He-Man/Adam, Man-at-arms. Ah, el dulce aroma de culebrón... por mucho que me pongan la excusa del "clon".

Referente


El “caso Evil-lyn” se refleja en el de la Baronesa Cobra en G.I. Joe. Que dos lugartenientes malvados con planes propios para triunfar sobre sus jefes sean mujer produce otras interrogantes. Por mucho que estas series quisieran tener un mensaje conciliador e igualitario, las mujeres casi siempre son meros comparsas de los fuertes personajes masculinos. En el caso del bando de los buenos, estos preferían en muchas ocasiones fiarse de sus propios segundos de abordo, los cuales casi nunca fallaban, porque los buenos SI se cubren las espaldas mutuamente. En los comics, la manipulación y tonteo de la Baronesa con Destro y el Comandante Cobra tienen resultados desiguales, dependiendo del guionista: a veces parecen tontos enamorados, otras, desprecian las obvias tácticas de la mujer con gafas para obtener sus objetivos.

Ya le gustaría al Comandante...


En los Transformers, la aparición de personajes femeninos fue una adición tardía, una especie de maniobra de cara a la galería. En su lugar, Megatron tenía al sidekick con la voz mas molesta y estridente que uno se podía echar a la cara, no en vano su nombre es “grito estelar”. Starscream es el epítome del lugarteniente malvado que quiere destacar sobre su superior cueste lo que cueste. En el largometraje animado no pestañea en librarse de su jefe, una vez que la batalla con Optimus lo ha dejado para el arrastre. Por supuesto, Megatron vuelve tras ser tuneado por un mal aún mayor y su primera decisión electoral es cargarse a su recalcitrante subordinado.

Uno de los mejores aciertos, a mi parecer, de la primera adaptación de Bay es realizar un pequeño guiño a esta relación casi al final del film, la clase de detalle que tanto gusta a los fans y que los deja tranquilos en lo referente al “respeto por la franquicia”. Megatron se limita a decir algo en plan de “siempre eres igual de inepto, Starscream”, pero decide no ahondar mas en esa vertiente, es su film a fin de cuentas y el sabrá lo que se hace. O eso pensábamos.

El mensaje que nos dan las tres series – y muchas otras para el público infantil -, es que el mal solo sabe destruirse a si mismo y que el bien siempre acaba triunfando. El problema, por supuesto, es que en la calle y en la vida real de adulto, las cosas son muy diferentes, no solo porque el mal a veces triunfa, sino que la definición del “mal” se vuelve cada vez mas difusa. En este sentido, la identificación de los malos era muy sencilla: Skeletor es una calavera, es decir, muerte, y cualquiera cosa relacionada con la parca tiene que ser, por fuerza, negativa. Ya hemos hablado de la simbología que esconde el estandarte Cobra, y en el caso de los Transformers es aún mas sencillo: los malos son Decepticons, en inglés, “To deceive” es un sinónimo de “mentir”, así que los Autobots – robots autónomos, ¿querrá eso decir que nunca enferman? - tiene que ser los buenos por eliminación.

En el caso concreto de Starscream, su frustración parece venir, no solo de los continuos fracasos de su líder. Sino también de que la mayor parte de los planes de Megatron consisten, mas tarde o mas temprano, en una pelea frontal con Optimus y los suyos. Uno no puede abandonar la sensación de que Starscream no busca la eliminación de los Autobots y que estaría mucho mas contento con que su gente tuvieran una parcelíta en Cybertron en la que no molestar ni ser molestados.

Lamentablemente, eso se refuta en una de las líneas argumentales de los tebeos, en la cual Starscream absorbe parcialmente las energías de “La base” (o “el arca”, dependiendo de la traducción) - una estructura que concentra una gran cantidad de...¿poder? -, con lo que planea mandar sobre todo y todos. De hecho, mientras se dedica a hacerle mucha pupita tanto a los Autobots como a sus, ya ex-compañeros, una de sus frases es “voy a liquidar Tokyo”, así, alegremente. Pero cuando absorbe la totalidad de “La base”, Starscream se ve sobrepasado y sobrecargado, reventando en el proceso.

No deja de ser interesante otro aspecto que hemos apuntado anteriormente: en un momento dado, todos los personajes malignos principales ven su autoridad socavada por la aparición de alguien aún más terrible. En los Masters, Hordak se nos presenta como el maestro de Skeletor y tanto su apariencia como su modelo de organización nos dicen que su antiguo padawan no prestaba toda la atención posible.

Mientras que Skeletor debería llevar ojos en el cogote para que alguno de sus soldados no le apuñale por la espalda o derroque sus planes por plena ineptitud, su maestro no solo tiene una “Horda” de guerreros fieles con pintas aún mas aterradoras que lo que venía siendo habitual en Eternia, sino que tiene un pequeño ejercito de robots armados con el conveniente logotipo del murciélago deforme en sus pechos. Por organización e imagen corporativa, Hordak gana por un amplio y cómodo margen.

No eres un malo de verdad hasta que no tienes tu imagen definida


Tres cuartos de lo mismo se podría decir de Serpentor en el caso de Cobra. Lo mas interesante en el caso de los G.I. Joe es que la mayor parte de los malos cubren su rostro de una mera u otra. Aparte del Comandante, Destro y Sombra, el maestro de los disfraces Zartan también oculta sus facciones detrás de una especie de maquillaje camuflado. En otras palabras: el mal es cobarde y siempre que puede se oculta.

Pero todo esto... ¿para qué?

La victoria será mía

Siempre que un personaje dice “voy a dominar el mundo” y no tiene un compañero llamado Pinky, me acuerdo del cómic “Emperador Muerte” (“Emperor Doom” en el original). “Muerte” es, por supuesto, el Doctor Victor Von Doom, archienemigo de los cuatro Fantásticos y esta historia de Marvel es uno de esos especiales estivales que servidor compró cuando era pequeño y cuya lectura me dejo el culo bastante torcido. Tengan en cuenta que durante los ochenta se publicaron obras que prácticamente finiquitaban el género superheroico, como ustedes ya están suponiendo me refiero a los Watchmen de Moore/Gibbons y al “Regreso del Caballero Oscuro” de Frank Miller.



De mientras, uno intentaba consumir los tebeos de toda la vida con los tópicos de siempre: que si Lois Lane no se cosca de nada, la Tia May a punto de morirse de un disgusto y La Visión perdiendo los tornillos por la Bruja Escarlata. Si ha entendido todas las referencias de la frase anterior, les aconsejo que dejen de leer este blog, cierren su cuenta en Facebook y salgan a la calle a conocer gente de verdad. Ya mismo.

Emperador Muerte” no planteaba dilemas tan quejumbrosos como una pelea a brazo partido y con mucha mala leche entre Batman y Superman. Pero sí presentaba una idea muy interesante, ¿qué ocurriría si el jefe de los malos por antonomasia consiguiera su objetivo? Pues en realidad... que todo iría de puta madre, bajo el mandato de Muerte (“Doom” se podría haber traducido como “Maldición”, pero ya es muy tarde para cambiar algunas cosas, como “Estela Plateada”), se consigue la paz mundial y todo el mundo es relativamente feliz. Lo mas interesante es que no consigue su objetivo tras una destrucción masiva ni nada por el estilo, sino que utilizando una maquina que amplifica los poderes del Hombre Purpura – personaje cuya principal habilidad es hacer que la gente haga lo que dice, como si fuera un canciller alemán -, consigue imponer su voluntad.

Irremediablemente, la cosa se tuerce, pero cuando el buen doctor de Latveria ve cómo un pequeño grupo de héroes le echa cojones, en lugar de maldecir, siente un cierto alivio ante la tensión de la batalla. Así es libre de hacer lo que mas le gustaba en el fondo: partirse la cara con otros, porque (¡oh! ¡sorpresa!), le cansa dirigir entre tanto rollo ejecutivo y parlamentario. Al final de la historia, los buenos echan la vista atrás y se preguntan si derrotar a Muerte ha sido tan buena idea. Lo dicho, para mear y no echar gota.

En el caso de las series que nos ocupan, los objetivos del Mal no están nada claros y como nunca vencen, tampoco se sabe cual sería el siguiente paso tras matar a sus oponentes. A mucha gente le disgusta el supuesto prestigio conseguido por Nolan con las historias de Batman, pero uno de sus aciertos es poner en boca del Joker que en realidad no quiere matar el hombre murciélago, ya que “le completa”. Igualmente, Megatron tampoco sabe qué hacer una vez que ha asesinado a Optimus y se ve ofuscado entre pesadillas paranoicas.

Por si esto no fuera suficiente, Megatron y su versión mejorada, Galvatron, solo pueden transformarse en armas de asalto, mientras que buena parte de sus subordinados y oponentes se pueden convertir en objetos hasta cierto punto útiles. El drama del malvado es que solo está hecho para la guerra. Obviamente, podríamos decir, llegados a este punto “¡pero si son solo muñecos!” Bueno, si usted opina que la industria juguetera la llevan unas damas mayores que se dedican a hacer pastelitos entre diseño de personaje y diseño de castillo, entonces el inocente no soy yo...

El aspecto más y más agresivo de los muñecos “de acción”, causó no pocas preocupaciones en muchos padres, sobre todo, obviamente, en EEUU, donde el manejo de armas de fuego, el sistema sanitario clasista y la preocupación por el lenguaje soez en la música se dan la mano. Cosas de la vida.

Pero probablemente nadie se preguntó qué es lo que impulsaba a Cobra, los Decepticons, a la pandilla de Skeletor o a la Horda de Hordak – ¿notan la musicalidad del maestro de Skeletor? - a intentar dominar el mundo. Son personajes de opereta, de los de “me encanta ser malo”, aspecto efectivamente parodiado en “Austin Powers”, así como la vida diaria de un soldado de un ejercito maligno. Grandioso.

El gran final: todos contra la lectura y el estudio

En 1983, la emergente industria del videojuego estadounidense se hundió en una profunda crisis, producida por la excesiva producción y la escasa calidad de muchas de sus propuestas, la cual queda personificada en el famoso traspiés comercial de la adaptación del film “E.T”. En Europa, esto apenas se notó, ya que aquí dábamos nuestros primeros pasos con los Amstrads, Spectrums y similares, alejados de las consolas Atari y sus imitadores.

A punto de cargarse la industria con un manotazo abierto


Fue precisamente en ese momento cuando las ventas de muchos juguetes “tradicionales” como los que nos ocupan escalaron ventas millonarias. El éxito de sus series de animación y todo el merchandising relacionado fueron unas guindas inesperadas, pero bien recibidas. Entonces, a finales de la década, las consolas de 8 bits como la Master System de Sega o la NES de Nintendo empezaron a despegar y se añuedaron de las carteras de muchos padres.

La industria juguetera tradicional, como era esperable, se sumó a los padres que clamaban contra aquella nueva forma de entretenimiento, que les usurpaba la imaginación a los niños, los situaba interminables horas delante del televisor y, lo mas importante, les robaba clientes a ritmo galopante. Por supuesto, los señores de Mattel y Hasbro harían tratos bajo cuerda para licenciar sus productos al nuevo rey del ocio, pero eso tardaría en llegar. De mientras, se olvidaban alegremente de las acusaciones de acercar a los niños a la violencia y al ocultismo....¡como Harry Potter! De todas las acusaciones a los videojuegos, la mas risible tenía que ser la de afectar a su imaginación, ¡pero si entre los cómics, las fichas y las series de TV, los productos de estas compañías nos entregaban un mundo perfectamente diseñado, con argumentos mascaditos y preparados para el consumo!

Y eso que la mayor preocupación de muchos padres es que los niños pasen demasiado tiempo tonteando en lugar de hacer cosas productivas como estudiar. La culpa, empero, no es de los chavales, lo raro es que con una “Cultura del Ocio” tan bestial, todavía vivamos en una sociedad capaz de producir médicos, ingenieros en telecomunicaciones y matemáticos. Pensemos en esto unos segundos: a finales del siglo XIX la propuesta para pasar el rato mas radical a la que podía acceder un niño era un palo y una piedra, por no haber, no existía ni una mísera liga de fútbol. Ahora entre Internet, el cine (por favor, ya esta bien de reírse ¿no?), los videojuegos, Internet, la música, Internet y la televisión, lo difícil es encontrar tiempo para estudiar. Ah, y se me olvidaba Internet.

Lo mismo es que ahora vivimos en una sociedad hedonista que para colmo está en crisis, lo cual, si es cierto, implica que estamos doblemente jodidos. Y lo digo yo que llevo más de 10 páginas de articulo sobre un asunto tan freak como este.

Pero no se alarmen, a lo tonto hemos hablado de un montón de cosas: que si la censura, que si la clasificación por edades, un poco de cine ultracomercial, un poco de muñecos, un poco de marketing, ah y toneladas de nostalgia. ¿No está mal, no?

Por supuesto, esta clase de entradas en el blog solo pueden llamar la atención a nerds treintañeros como el que suscribe, y el mero hecho de prestarle tantas palabras al tema sería descrito como una muestra de inmadurez para gente como el periodista Carlos Colón. Discrepo, no creo que el interés en cosas como los muñecos a los que uno jugaba de pequeño y situarlos en su justo contexto sea exclusivamente un ejercicio de nostalgia – aunque algo de eso hay, pero le echo la culpa a que me ronda la fecha de mi cumpleaños -, sino mas bien todo lo contrario. No es un “¡Dios mío! ¿¡En qué estaba pensando para jugar con esas figuritas!?” sino un “vaya, me lo pasé de puta madre, pero... ¿no eran unos muñecos un poco raros?”

Sigo disfrutando de los videojuegos, del cine y de la música, no con la misma perspectiva que antes, pero hay cosas que siguen resonando haga lo que haga. Para escribir este artículo me he visto no pocas webs dedicadas a estos juguetes, repasado algunos viejos cómics y echado un vistazo a algunos documentales sobre el tema. Lo cierto es que todavía me produce una extraña alegría ver algunos de estos personajes en sus cajas originales, coleccionadas con un interés enfermizo por otros treintañeros (o mayores) alrededor del mundo. ¿Es porque tienen una valía intrínseca o por aferrarnos a una época en la que todo era mucho mas sencillo? Hagan sus puestos.

Lo mas probable, de todas formas, es que si algún día soy padre, miraré este artículo con sus indicaciones sobre lo que se debe dejar ver a los niños y pensaré: ¡Vaya sarta de gilipolleces!

O no.

Bufff, prometo que la próxima entrada será mas corta, de mientras, dediquemos ésta a todos los freaks horteras y salidos de este mundo que soñaban con camelar a Teela, a Evil-Lyn o a la Baronesa. Seguid persiguiendo ese arco iris, muchachos.